A la llegada del “progreso”, Juan al igual que muchos en Gran Sabana, se había marchado a lugares distantes. Con la ayuda del viejo Giuseppi, estudio música. Su nombre figuró en las marquesinas de los más importantes teatros: Juan Grillo. Aquella noche cuando se presentaba ante el público de Gran Sabana, lo embargaba la inmensa alegría de estar ante los suyos después que su nombre había figurado al lado de los más importantes músicos del mundo. Cuando llegó a la Sala de Conciertos, se detuvo ante un iluminado cartel, en el cual se leía: “Orquesta Sinfónica Nacional. Presenta: Concierto para flauta y arpa, W. A. Mozart. Preludio a la siesta de un fauno, Debussy. Flautista invitado: John Críquet”.
Juan Grillo quedo ante el iluminado cartel, quieto, pensativo, como clavel de pozo.