Identificarse Registrar

Identificarse

Índice del artículo

Ahí está, como tú la dejaste, sus manos aún conservan el gesto desesperado de atrapar la vida que se escapó por el corte de su garganta. La carne, contra lo que todos, incluso tú pensamos, no tiene dos, sino tres dimensiones, y  esta tercera dimensión es ahora la cota vertical que desemboca en la nada de  su cuello. Sus ojos aún dibujan la redondez del horror y la confusión de aquella noche; apuntan hacia abajo, pero su mirada está vacía, hueca, tan  sin vida como su contorneado y ahora frío cuerpo, cubierto sólo en parte por  las blancas sábanas salpicadas del rojo seco y pegado de su sangre.
 
La claridad empieza a colarse suavemente por la ventana, ahora que lo  pienso: ayer hubo una tormenta, las gruesas gotas irrumpían con fiereza en  vuestro dormitorio, aterrizando violentamente en la marmorea superficie de su piel, tratando con su fuerza de contagiarle su energía para que se levantara y cambiara su trágico destino.

Anda, ve, no tengas miedo, entra a cerrar el paso al viento, que revolotea como un espíritu asustado por la habitación. No hay motivo que alimente ese terror que te paraliza y perla tu frente de sudor.  Sabes que ella no se moverá, ni te mirará inquisidoramente, ni siquiera intentará arrancarte una explicación. Ya le es indiferente lo que tú hagas porque, tú bien lo sabes, está muerta; cuatro o quizá cinco noches han pasado desde que empuñaste ese cuchillo de afilada hoja que hizo surgir las corrientes rojas de su cuerpo.

¿Por qué te has complicado de este modo? Tú nunca fuiste un asesino, tan  solo la idea de mirar una herida, te revolvía las entrañas y te producía un malestar absoluto. Imagino que ahora estás curado, y ese es precisamente el macabro motivo por el que yo he venido a verte. Por eso estoy aquí sentada, mirándote con la sorna cruel del testigo imposible.

Ahora es el momento de que empieces a sentir ese horror paralizante, sí, asesino infeliz, tienes un espectador, y créeme, no es un ser anónimo cualquiera. Yo te conozco muy bien.  Yo estaba allí, velando por los sueños de ella y mirando con deleite como tú consumías tu paciencia,  y tus nervios se acrecentaban, envalentonándose ante tu insomnio. Yo ya sabía que eso te ocurre a menudo: no puedes dormir por que un negocio infructuoso o algún otro asunto pasea por tu mente anulando las fronteras del sueño. Pero, amigo asesino ¡¡ no era para tanto !! ella no tenía la culpa de que sus pequeñas insignificancias de ama de casa la dejaran descansar plácidamente, mientras tú yacías a su lado,  cada vez más inquieto, acuciada tu lucidez por sus incesantes y desagradables ronquidos.


Cuando te levantaste a la cocina, tuve miedo de que me vieras, y me escondí tras la puerta. Desde allí sólo podía ver tus blancos pies adaptarse perfectamente a la suavidad de la moqueta, que bajo la tenue luz de la lamparilla, parecía de un tono más oscuro al que realmente tiene.  

Caminabas despacio pero con decisión; seguí tus pies con la mirada por el parquet del pasillo y luego asomé la cabeza por otra rendija para verte de cuerpo entero, Sí, yo también pensaba que un vaso de agua fría te sentaría muy bien y calmaría un poco tu inquietud, causada, ahora lo se, únicamente por los extravagantes sonidos que se daban cita en la garganta de ella,  legando a su boca y aferrándose a tus oídos.

Cuando apagaste por fin la luz de la cocina, volví a esconderme, pensando que lógicamente te encaminabas de nuevo al dormitorio, no se me ocurrió atrapar la fugaz idea de un filo cortante en tus manos, ni siquiera cuando te vi arrojar, nervioso, el vaso de agua contra la pared, quedando este hecho añicos esparcidos por el suelo.

Después, al mirarte, contemplé con más sorpresa que miedo, como se adherían pegajosamente a tu piel, las primeras ideas de un crimen improvisado y concebido a primeras luces como perfecto. ¿Qué tremenda obsesión explotó en tu cabeza, en ese momento? Creo que tú también sentiste como te convertías en un inexperto criminal, por que vi mudarse la expresión de desagrado de tu rostro, en un gesto de malicia infantil primero, convirtiéndose a cada segundo en más grave y descompuesto. Entonces lo supe.

Me apresuré a los pies de la cama y dudé si despertarla a ella o detenerte, pero esta última hubiera sido la posibilidad más beneficiosa para ti, y yo no quería eso, había empezado a odiarte tan mortalmente, que prefería que ella despertase y te mirara de frente, provocándote un sentimiento de ridículo irreversible y la obligación de explicarle que pensabas hacer, empuñando salvajemente y con la más creciente euforia, el cuchillo de cortar la carne. Sí, era excitante esta segunda solución.


Yo misma me mantuve expectante ante la idea de que te sintieras estúpido frente a su mirada interrogadora. Así que empecé a tirar suavemente de su pie izquierdo, pero no despertó; cesaron sus ronquidos y se movió ligeramente hacia la derecha, como buscándote a ti a su lado. Seguí tirando, pero ya no me dio tiempo a observar su reacción por que tú te acercabas convertido en quien ahora eres, con las manos en alto y los dedos agarrotados frenéticamente en torno a la
empuñadura de madera.

Me aparté de la cama, sin poder hacer nada por detenerte. Ella se despertó al sentir tu presencia sobre sí, pero ni siquiera te io claramente, aturdida aún por el sueño; su grito desesperado, cuando segundos después comprendió a penas lo que iba a ocurrirle, quedó suspendido en el tiempo, cortado por el frío acero. Uno, dos, tres cortes verticales, explosiones de roja y espesa sangre, miles de gotas que cubren cada centímetro de tu cara y tus manos, cada milímetro de su tersa piel. Ella no te mira a ti, sus ojos están clavados en el manantial de su pecho, instintivamente estira sus brazos para empujarte, pero sus argas uñas ni siquiera llegan a rozarte.

Es inútil, ya no le quedan fuerzas, ahora lleva sus dedos a las heridas que adivina profundas, tratando de contener la sangre que brota sin cesar. Ahora es casi nada, está en la frontera entre lo presente y lo ausente; ya está bien, no puedo seguir iéndola así, entre dos estados de vida, y entonces comprendo que nada puedo hacer salvo llevármela de allí, dejándote con su cuerpo, ya vacío de ella y de su alma; vámonos, este cuerpo ya no es habitable para ti, ven, no tengas miedo, sígueme a mi, camina hacia la luz, yo te explicaré lo que ha ocurrido, y luego decidiremos cual será nuestra venganza, será muy divertido; vamos, dame tu mano, yo te guiaré.  

Tú llorabas mientras una y otra vez hoyabas en su cuerpo, como un ser poseído que busca un demonio dentro de otro cuerpo. Pero no eran lágrimas de pena ni de dolor, sino de gozo, el placer asomaba a tus ojos, estabas curado de tu miedo a la sangre, y de tu insomnio; ¡¡bravo amigo!!, te felicitabas a ti mismo, presa aún de tu ataque de locura.


Cuántas veces habías imaginado antes el asesinato de tu dulce esposa y esa noche, por fin, sin premeditación alguna, habías llevado a cabo alguno de tus montajes mentales, de esos que utilizabas cuando había algún motivo de discordia entre vosotros, y ella elevaba el tono de su voz sobre la tuya, consiguiendo siempre desarmarte con sus gritos y sus palabras ofensivas.

Ya no habría más. Habías roto tus cadenas y era el momento de empezar a correr en libertad por el mundo.¡¡Que iluso!! ¿pensabas de verdad que íbamos a quedarnos así, dejándote impune con tu macraba liberación? Yo he venido para demostrarte lo contrario; tanto el espíritu de ella como yo, desde la Inmortalidad, deseamos verte arder en el fuego del infierno, y vamos a empujarte hacia él cada día, cada hora, cada segundo; la locura y tu conciencia serán tu castigo más severo.

Ella no quiere verte, quizá más adelante te visite alguna vez, tan sólo, por supuesto,  para agudizar tu castigo y disfrutar con tu desgracia. Ahora tengo que irme.  Sólo una cosa mas, deshazte cuanto antes de ese cuerpo vacío, el hedor empieza a ser insoportable en toda tu preciosa casa de viudo entristecido.

Nadie comprendió nunca porqué, desde que su esposa se había trasladado a su casa en la sierra, por motivos de salud, él se había convertido en un ser tan huraño y descuidado para su propio aspecto. Suponían que verdaderamente estaba enamorado de ella, y era bastante duro para él habitar su casa en soledad; cuentan sus vecinos que por las noches se oían ruidos extraños y pasos apresurados por el pasillo, pero nunca nadie pensó que algo fuera de lo normal sucedía, hasta que un día a las tres semanas de la marcha de ella, le encontraron en su cama, con la garganta agujereada varias veces con un cuchillo que nunca apareció, tendido boca arriba, sobre las sabanas arrugadas.
 
No había señales de lucha, tampoco había sido un robo por que todo estaba en su sitio, sólo hubo un detalle que resultó inexplicable a la policía, y fueron docenas de vasos de cristal hechos añicos, cubriendo el suelo de la cocina.
Por favor comparta este artículo:
Pin It

Bienvenido a la comunidad de escritores, poetas y artistas del mundo.

 

Aquí podrá darse a conocer, conocer a otros, leer, disfrutar, compartir, aprender, educarse, educar, soñar y vivir el mundo de fantasía que hay en todo artista.

 

¿Quién sabe? ¡A lo mejor también es uno!

Lo más leído

Están en línea

Hay 1107 invitados y ningún miembro en línea

Eventos

Sin eventos
Volver