El muchacho vivía alejado de sus padres, quienes los últimos meses de convivencia con él no habían hecho otra cosa que sermonearle y reprenderle por haber dejado los estudios y no tomar con seriedad el uso que hacía de su tiempo libre obsesionándose con esa planta que ni siquiera lograba formar un solo botón . Por eso, tomó la decisión de poner distancia de por medio pensando que la vida sería lo suficientemente buena mientras su amigo viviera a través de él.
Un día, el rosal enfermó. Su tallo se encorvó, el verde intenso de sus hojas palideció, y poco a poco, se iba marchitando. Con impotencia y tristeza, el chico contemplaba su sufrimiento sin acertar a encontrar una solución para resolver la situación. Parecía que el fatal desenlace sería inminente.
Llamó a jardineros expertos en rosas para que lo ayudasen a encontrar la razón de tal tragedia, pero parecía que no había remedio para atacar ese terrible y desconocido mal que se había apoderado de las fuerzas y el vigor del rosal corroyéndolo poco a poco...su compañero terminaría pudriéndose y muriendo.
Conforme pasaban las horas, el mal seguía atacando con furia y demencia a la infeliz plantita que se esforzaba por resistir con todas sus fuerzas tratando de no doblegarse y abandonarse al dolor. Los floricultores, que lo visitaban seguido esperando verla ya marchita, se admiraron cuando descubrieron que no importaba qué tan cruelmente fuese lacerada: la plantita se sobreponía, y aún cuando sus hojitas se habían vuelto incoloras y débiles, un capullito coronaba la parte alta de lo que quedaba de la matita.
Un ángel, desde el cielo, observaba a los incrédulos y al muchacho que seguía acompañando y cuidando de su rosal, ahora con mayor admiración y devoción, y mientras más los miraba, más se regocijaba el corazón de aquel ser alado.
-¿Qué te pasa?- Preguntó otro ángel recién llegado mirándole la sonrisa en el rostro- ¿Qué es lo que te complace tanto?
-Me rió de la testarudez de los hombres: Mientras unos ponen en duda la fuerza y poder de Dios vaticinando tragedia donde no hay sino una pequeña lucha interior que está siendo librada, otros se duelen de la oscuridad que ha invadido sus vidas al sentirse víctimas de la fatalidad. Y mientras todos ocupan su tiempo y esfuerzo para lograr el rescate de la mata enferma, la flor más hermosa nace sin que lo adviertan como símbolo de fuerza y entereza.
-¿Y eso te hace gracia?
-No. Por supuesto que no- Respondió el ángel- lo que me hace reír es la soberbia de los seres humanos que se creen autosuficientes y liberados de los problemas que les conlleva tener una familia al lado, y más cuando no siempre, o casi nunca, aprueban el modo de proceder del otro. Sin embargo, mientras él más se ha alejado de sus padres...
El ángel guardó silencio mientras él y su compañero continuaban espiando al joven que, vencido por el cansancio después de varios días de no dormir bien por cuidar a su amado amigo, levantó la vista aún medio dormido y miró con asombro la flor fragante, fresca y firme que se erguía en la punta desquebrajada y maltratada de la planta.
Parecía que mientras mayor era el sufrimiento, mejor forma había adquirido la incipiente flor, hasta lograr desarrollarse por entero a través de una rosa perfecta de color rojo intenso y fulgurante. Los jardineros coincidieron en que jamás habían contemplado una flor más soberbia y magnifica como aquella que brotó de la agonizante planta devastada.
Nadie podía explicarse cómo había sido posible aquel fenómeno. Ningún vegetal por fuerte que fuera, era capaz de aguantar tanta saña, y encima lograr florecer tan espléndidamente cuando el resto de su ser estaba hecho guiñapos.
De pronto, el chicuelo advirtió una lucecita que se desprendía del centro mismo de la planta que luchaba aún por permanecer erguida, y tomando entre sus brazos la maceta, comenzó a caminar siguiendo el destello. Sin darse cuenta del tiempo ni la distancia recorrida, tan solo fijaba su atención en no perder el camino hacia la luz que como un hilo refulgente guiaba su camino.
Las lágrimas surgieron como caudales irrefrenables de una cascada voraz cuando advirtió hacia dónde lo había llevado el destello: Dentro de una desvencijada cabaña, que él bien conocía, dos viejecitos sentados a la mesa, rezaban con gran fervor tomados de la mano cariñosamente...Cada noche, cuando la soledad que trae consigo el silencio y la oscuridad los envolvía, oraban por el hijo ingrato que los había abandonado con enojo e indolencia, pidiéndole a Dios que lo protegiera y cuidara de todo mal.
Entonces comprendió que la luz que dio calor a su amigo fue emanada de la fe y las oraciones de aquellos a quienes tanto daño había hecho con su abandono y egoísmo al sentirse incomprendido cuando en realidad el amor y la buena vibra de aquellos que oraban por él sin esperar nada a cambio lo habían acompañado día tras día en aquel auto retiro.
La pequeña luz, se convirtió en un brillo cegador que salió del rosal mismo y que envolvió todo el paraje haciendo luz de la penumbra.
Habían vencido. La fe obraba otro milagro. Mientras, los ángeles en el cielo bailaban de felicidad.
Elena Ortiz Muñiz