–Eso es mentira. Yo no me lo creo–. De nuevo la voz de la estúpida Kristin. –Si nunca volvieron esos valientes niños que descubrieron el misterio, ¿cómo es posible que tu hermano sepa la historia?
Por una vez en su vida aquella dichosa Kristin parecía tener razón. Aquello que dijo Emil no podía ser verdad. Era una tontería, ¿Quién podía creerse una historia así? Eso no podía suceder allí. No tan cerca de ellos, de su zona de juegos, tan cerca de sus casas.
–Tu hermano te ha tomado el pelo–. Dijo Hubert, lo cual no era extraño, pues siempre se lo estaba tomando y Emil parecía creerlo siempre.
–¡La aventura continúa!–. Gritó Rolans emocionado.
Hubert quedó sorprendido nunca había imaginado a Rolans tan valiente. Era un chico más bien callado que siempre se dejaba guiar por el resto del grupo. Las personas a veces te sorprenden se dijo Hubert a sí mismo, se trasforman en los momentos de crisis o ante la posibilidad de una aventura. O quizás mostraran su verdadera cara, ¿quién sabe? Pero aquella manifestación sorprendió a todos por igual, que parecían haber abandonado la idea de continuar con aquella apasionante búsqueda de la verdad. Una cosa es que la historia que contó Emil fuera una patraña increíble, pero era claro que los había dejado a todos pensando hasta que punto aquello no podía ser verdad. Hasta Kristin parecía confusa y sorprendida.
–Yo no voy–. Dijo Emil con perfecta calma, y se marchó extendiendo sus brazos e imitando el ruido de un motor de avión.
Todos lo miraron marcharse, excepto Rolans que seguía mirando al resto a la espera de que corroboraran la decisión. Hubert deseo salir corriendo detrás de Emil. Y apostó, por la expresión de Kristin que ella también pensaba lo mismo. Pero fue Samuel quién rompió el silencio.
–Si, chicos vamos hay una fantasma de una mujer que debemos ver–. Samuel remarcó las palabras “una fantasma de una mujer” para picar a Kristin y lo consiguió –Si. Vamos, dejad a ese gallina. Dijo Kristin poco convencida señalando a Emil que jugaba sólo y despreocupado.
A Hubert le sorprendió lo poco que conocía a sus propios amigos. Nunca había tomado a Emil por un cobarde, ni había visto a Rolans tan valeroso y decidido; ni a Samuel tan manipulador. Hasta se sorprendió de su propio comportamiento y del de Kristin que por primera vez en su vida la había encontrado temerosa vulnerable y aquello le produjo una extraña sensación. Así que con estos pensamientos la expedición emprendió la marcha. Aunque Hubert estaba poco decidido y creía que algo terrible les esperaba. Aquellas tierras son verdaderamente tranquilas y seguras, no existe la criminalidad, ni se han registrado hechos violentos, salvo lo relatado por Emil, si es que en algún momento ocurrió algo así. Pero de todos modos, lo miremos como lo miremos un grupo de niños cruzando solos por un sendero que sube una montaña hacia una casa deshabitada y en ruinas, es peligroso y temerario. Pero ninguno pensaba en ello, su preocupación se centraba en el fantasma, en nada más. Excepto Hubert que dado a su gran imaginación, no por que fuera un cobarde, era consciente de todos y cada uno de los peligros que podían padecer. Pero por suerte no sufrieron ninguna desgracia y llegaron sin incidentes a la casa. Aún había luz aunque en aquellas tierras oscurecía muy pronto y a pesar de que tan solo eran las cinco y media de la tarde el sol los abandonaría pronto.
La casa debía haber sido preciosa en otros tiempos. Pero desde luego debió de ser hacía ya mucho. Su aspecto aterrorizaba. Tenía una verja oxidada con unas grandes puertas de metal también oxidado. El jardín aunque pequeño crecía salvaje rodeado por todos lados de malas hiervas. Las ventanas estaban rotas, La pintura que debió ser blanca estaba oscura y desconchada por muchas partes. El tejado había sido hundido por las lluvias, y las escaleras del porche parecían poco seguras. Realmente todo el edificio amenazaba con venirse debajo de un soplido. Pero aquello no los detendría. No habían llegado tan lejos para abandonar ahora.
Hubert sintió verdadero pánico al ver la casa y pensar que ya casi era de noche, puesto que el sol desaparecía a gran velocidad. Pero Rolans y Samuel habían accedido ya al jardín y se dirigían hacia el interior de la casa. Que valor tenían esos inconscientes, era admirable. En cuanto a Kristin, parecía que aquella situación había salido fuera de su control y era demasiado tozuda para rendirse. Pero era evidente el miedo la invadía por todo su cuerpo. Hubert empezó a sentir alguna simpatía por ella. Pero debían ser valientes. Entrarían en la casa de las historias trágicas (sobre todo la última que escucharon) y descubrirían de qué espíritu provienen los gritos que se oyen desde el valle.
Al subir al porche las escaleras crujieron y también el suelo de dicho porche. La puerta estaba desencajada de sus goznes por lo que no tuvieron problemas para entrar. Nada mas entrar comprendieron que iban a tener problemas para encontrar pruebas de cualquier clase. Si querían resolver el misterio debían esperar a que el espíritu hiciera acto de presencia, ya que la casa estaba totalmente vacía no había muebles, ni ropa, ni fotos. Sólo había botellas bacías y algún paquete de tabaco y pintadas que no comprendieron en las paredes. Pero todo aquello no resolvía la duda que tenían, pues todo aquello podía pertenecer a cualquiera de los dos géneros existentes de la raza humana.
–Vayamos al sótano–. Dijo Rolans. –Allí siempre quedan trastos, quizás nos ayuden a descubrir algo.
Hubert no dejaba de sorprenderse de la valentía de Rolans, desde luego después de aquello se había convertido a los ojos de Hubert en la persona más valiente que había visto. Aún era demasiado joven para comprender esa frase de que las impresiones engañan. En cambio a Kristin se le notaba cada vez más su nerviosismo. Quizás fuera humana después de todo.