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I

En un lugar deseado por los dioses donde los barcos no navegan y las mulas ni se les ocurre ir jamás; y cuando son forzadas prefieren sin tomarse la molestia de pensarlo se lanzan al precipicio sin vacilación, pues es el infierno parece un carnaval barranquillero comparado con el camino del amo Pascual Montilla. 

los treinta días la mula pierde la razón en la caída constante y aun faltan mil kilómetros para culminar el camino que ha tomado el sabio animal por instinto pues sus genes con temor a la tortura del caudillo que con frecuencia pasea por los caminos admirados por los dioses (a) distancia pues temen con pavor las torturas del simple mortal Pascual Montilla, hombre de trato suave y amistoso, ojos de hombre cuerdo, manos fuertes y activas; las damas menos hermosas del pueblo le temen y lo admiran al mismo tiempo; pero por señales, pues rumoran que es capaz de escuchar a una distancia de cincuenta mil kilómetros el sonido de un estúpido cuando está herrado en el camino de caudillo el rumor a trascendido a otras tierras muy lejanas del camino codiciado por los dioses y rumoran que es eterno pues el señor Joaquín tiene noventa y ocho años y recuerda su infancia cuando adolecía de razonamiento firme tendría unos nueve o diez años, así lo recuerda el anciano.

Cuando el cinco de enero las familias del pequeño pueblo se preparaban para pagar el tributo anual por los servicios prestados por la naturaleza.  El seis de enero le entregaban una niña virgen de dieciséis años vestida de algodón blanco, ojos miel, el pelo suelto, bañadas por todas las comadronas del pueblo con aromas de flores silvestre.

A las cuatro p.m. todos a la morada, los hombres valientes se escondían sin recelos, los cobardes tomaban una bebida que les permitía perder la razón, pues no soportarían escuchar los pasos del amo, el correteo de los animales del bosque y el silencio absoluto y la tranquilidad de los árboles, pues no se atrevían a agitar sus ramas o a  alimentarse de los minerales del suelo del camino del amo por desconocer si agradaba o no al caudillo sus movimientos que  solían provocar para así poder calmar el calor agobiante del camino.

4:59 p.m. el pequeño riachuelo ese día del seis de enero prefiere cambiar su arroyo para no  ser obstáculo en el camino y luego continuar su cauce sin la perturbación de ser exterminado. Desde muy temprano un escuadrón de jóvenes  con un parentesco asombroso a un animal feroz y al mismo tiempo al rostro de una mujer hermosa y salvaje comienzan la limpieza del camino el cual siempre estuvo limpio; pero cumple órdenes  y tienen la esperanza de ver este año a su padre ya que nunca lo han visto; si tenían suerte y podían ver el rostro, ya que no era permitido sin una orden firmada por el mismo y el no sabia escribir.

5:00 p.m. el sol se oculta sin dar explicación, la niña sólo piensa romper las cadenas que dicen los ancianos en una época no muy lejana sostuvieron la luna de este planeta, pues pertenecía al caudillo, la idea prefiere abandonar la niña, pues no está apta para correr riesgos de esta magnitud.  

Un toro negro como la noche hace la última ronda, hace despejar el lugar sin que nadie pueda olfatear o ver el rostro del caudillo; la esperanza de los jóvenes había sido frustrada nuevamente, de igual forma no perdían las esperanzas de antes de morir poder ver por unos instantes, aunque sea a kilómetros, a lo que otros llamaban caudillo y ellos padre por señales, pues el oído era muy agudo y nadie corría riesgos de poner en duda la percepción.

La niña dormida por sus lamentaciones y tormentos siente la rotura de una hoja seca del lado izquierdo despacio y con cautela exagerada abre el ojo izquierdo de donde ha provenido el sonido, pero es en vano, no logra ver nada, abre ambos ojos pero nota que las cadenas no la atan, el pánico y la angustia prefieren no participar en el evento; la niña dice con voz dulce: 

-Se que estás ahí-.

-Me llamo Primavera-

-Yo soy el poder y me apodan Pascual Montilla y vengo por usted, señorita Primavera-.

Sin darse cuenta se coloca de pie y aun no conoce el camino, escucha una voz que le dice: 

-Sigue al toro negro.-

-No puedo verlo, replica.

-Él si te puede ver, solo delante.

Sin replicaciones, la niña cumple el mandato de la voz fuerte y firme que ha escuchado.  Al día siguiente, el pueblo continua fingiendo de forma colectiva el episodio del día anterior, excepto, una niña veinte veces más hermosa que un ángel llamada miss universo, con quince años, esperando el año siguiente como el prisionero condenado a la horca, aunque es muy discreta y no hace comentarios, sólo piensa en su gran desgracia y no atreviéndose a colocarse en rebeldía por temor a que suceda lo que en una época existió, la extinción absoluta del pueblo, convirtiendo al pueblo en un desierto radioactivo, con un arma, que todavía no se había inventado, aunque nada es imposible para los caudillos.

Al día siguiente, Primavera de fiesta rodeada por jovencitas de su misma edad y pregunta con ingenuidad: -¿cómo llegaron aquí?. Recibiendo una mirada colectiva, violenta y directa y sin ella esperarlo, esa fue la respuesta.

5:42 a.m. Entra una mujer con una edad incierta pero su rostro la hace lucir hermosa, con la mirada recorre el salón completo en unos segundos y sin mover los labios todas entienden que tienen que seguirla y las niñas sin sentimiento alguno, pues hasta los sentimientos temen por su existencia, son conducidas al comedor, servido con todas las normas de etiqueta y protocolo existentes. La señora tiempo toma la iniciativa y como un batallón de soldados al mismo tiempo repiten la acción como si estuvieran hipnotizadas, aunque se sienten en sus cabales, toma el cubierto con las manos y todas repiten rápido pero sin ruido alguno los movimientos de la señora Tiempo. 

Veinte minutos más tarde el toro negro, como si siempre estuvo ahí, observa la instrucción.  De prisa, pero en orden, la señora Tiempo continúa educando sin mover los labios.  

El martes seis de febrero salen al jardín donde pueden apreciar algo nunca visto a millones de kilómetros de la aldea, un castillo deslumbrante donde miraban y miraban hacia arriba y no apreciaban el final, miraban a los lados y no podían apreciar el final y mucho menos el principio de la obra arquitectónica.  La hermosa Primavera, emocionada, que hermosura, unos cinco segundos más  tarde, se encontraba rodeada de centauros y con mirada desorbitada el toro negro destrozó de forma rápida con sus cuernos afilados al centauro Ibrahim, que estaba a milésimas de atravesar a Primavera con una espada templada en el cuerpo del negro Agatocles, como si siempre estuvo ahí, aparece el caudillo Pascual Montilla, los soldados sienten su presencia aunque sólo suelen recordar el olor del líder, pero algo les impide voltear y asocian el olor al de los tiempos de oro, cuando solían combatir junto al caudillo haciendo un esfuerzo extraordinario por recordar su rostro pero sólo recuerdan que es el amo absoluto y que ha llovido mucho después de esos hermosos tiempos.  El líder camina directamente hacia la hermosa Primavera, todos bajan la cabeza en forma de reverencia, excepto el toro negro y pregunta con suavidad: -¿Estás bien?. La señorita haciendo un esfuerzo extraordinario por ver su rostro, aunque es vano, él sonríe sin ruido alguno y se aleja sin dar la espalda, cuando en unos dos segundos y medio apresurada levanta la cabeza y mira con desesperación todo vuelve a la normalidad, pero sólo puede ver a todos, excepto al caudillo.  Todos vuelven a sus quehaceres y Pascual Montilla a lo suyo, recibe su estado mayor, el general más joven viene con un regalo, un elefante blanco con dos cabezas, cazado y amaestrado en África por él mismo en las campañas en Angola.  Comentan en las filas del ejercito que es hijo del caudillo y tiene los mismos movimientos de guerra (del padre), aunque ninguno de ellos pudieron ver combatir al caudillo y hacer una comparación exacta con los movimientos del líder, que cuesta la vida de inmediato al joven general Mustafá, otra víctima  del toro negro.

Por varias décadas, el caudillo está de humor y acepta una parada de batallón con estado mayor, que está al frente en combate directo a la cabeza el general Luperón, el caudillo le saluda a distancia: 

-¿Cómo te va con los españoles?,

-Haciendo miles de reverencias, responde.

–Comandantes son necios, envíen una patrulla, los enviamos al infierno y son tan cabeza dura que envían otra y otra y otra y las espadas se desgastan, la mía medía metro y medio y le quedan ochenta centímetros, y no tenemos espadas suficientes para los prisioneros de República Dominicana. Ahí si tenemos españoles.

El caudillo le pregunta: -General Maloog y su frente?.

-He perdido cincuenta hombres en una emboscada, necesito refuerzos. 

El caudillo inmediatamente ordena el fusilamiento del general Maloog y  lo releva de su cargo.

Pregunta Pascual Montilla:

-¿Ha caído otro en emboscadas? 

Y todos de forma colectiva pero en silencio responden

-No mi comandante.

Luego de un silencio muy profundo parecido a cuando pasa un huracán enorme, todos entienden, la hora de marcharse ha llegado, el toro negro los dirige a la salida, ya que la visibilidad es inexistente.

Horas más tarde, la selección de las niñas, una tarea al parecer muy fácil, la señora Tiempo tiene décadas y décadas haciendo la selección y nunca se había sentido desorientada como hoy y temerosa de hacer una mala selección porque podría perder algo más que su vida, su juventud eterna. La joven Primavera, de ojos enormes, de pelo largo, ojos miel y una sonrisa discreta pero eterna plasmada en su belleza, una inteligencia que hacia manifestación en sus ojos perspicaces, en su inocencia absoluta, apareciendo el toro negro y enviando directamente sin el permiso del tiempo a la niña primavera a los aposentos de Pascual Montilla.

La joven Primavera, sin experimentar sensación alguna, ya que las sensaciones no querían correr riesgos con el amo. La hermosa percibe un olor agradable y prefiere no hacer comentarios, una voz en la oscuridad absoluta, una voz de domador de fieras salvajes dice: 

-Aquí puede hablar.

Y sin vacilaciones la niña dice: -Que lindo huele, ¿son flores?.

Responde Pascual Montilla: -Líquidas o perfumes.

La niña responde sin tener idea alguna: -Ajá.

Le pregunta la niña todo tipo de ingenuidades, que si existen las brujas?, que si existen las hadas?, que si Santa Claus le va a dar el regalo que ella espera este año? ¿Qué si él conoce Paris?, ¿Que cómo es el mundo exterior? Y ¿Qué si en verdad existe?.

Después de ocho horas de monólogo hace su entrada el toro negro, dirigiéndola a su nueva habitación y siendo la primera en salir con vida de los aposentos de Pascual Montilla y la única en lograr conversar con el caudillo más de un minuto.

Al día siguiente aparece vestida de reina en una habitación contigua ya no con sus antiguas compañeras, ahora son sus sirvientas, piden permiso en voz baja y pasan a corroborar con su baño, con sus perfumes, con su vestido, con su nueva investidura.  En la misma habitación aparece, vestido de negro, Pascual Montilla, sonriendo sin ruido alguno y sin mover los labios la joven Primavera, rompiendo con los parámetros corre de forma parecida a un potro salvaje, le da un beso y un abrazo, el con la mano izquierda, frena un batallón de asesinos y con la derecha, sostiene la fuerte embestida del toro negro y con la cabeza avisa a la señora Tiempo que todo está en orden, segundos más tarde y la niña no se entera de haber estado a milésimas de haber sido asesinada por un batallón de centauros, por el gran toro negro y por el tiempo.

Un tiempo no captado por reloj alguno, ni por calendario alguno, el ejército ha triunfado y celebran con un reencuentro de estado mayor, el saludo correspondiente y un sinnúmero de ademanes que se han inventado los generales para ganarse el favor del temido Pascual Montilla, mi comandante, hemos ganado todos los frentes de batalla, el último frente dicen los heridos lo ganó el elefante blanco de dos cabezas, así que también ganaron, esperamos los nuevos cargos y los nuevos castillos y convertirnos en la nueva aristocracia de este país que no está registrado en ninguna parte.

Generales, sigan en sus puestos porque aun nos faltan los británicos, los holandeses, los franceses, los alemanes y todos los que entiendan que le pertenece la Primavera.

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