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El martes seis de febrero salen al jardín donde pueden apreciar algo nunca visto a millones de kilómetros de la aldea, un castillo deslumbrante donde miraban y miraban hacia arriba y no apreciaban el final, miraban a los lados y no podían apreciar el final y mucho menos el principio de la obra arquitectónica.  La hermosa Primavera, emocionada, que hermosura, unos cinco segundos más  tarde, se encontraba rodeada de centauros y con mirada desorbitada el toro negro destrozó de forma rápida con sus cuernos afilados al centauro Ibrahim, que estaba a milésimas de atravesar a Primavera con una espada templada en el cuerpo del negro Agatocles, como si siempre estuvo ahí, aparece el caudillo Pascual Montilla, los soldados sienten su presencia aunque sólo suelen recordar el olor del líder, pero algo les impide voltear y asocian el olor al de los tiempos de oro, cuando solían combatir junto al caudillo haciendo un esfuerzo extraordinario por recordar su rostro pero sólo recuerdan que es el amo absoluto y que ha llovido mucho después de esos hermosos tiempos.  El líder camina directamente hacia la hermosa Primavera, todos bajan la cabeza en forma de reverencia, excepto el toro negro y pregunta con suavidad: -¿Estás bien?. La señorita haciendo un esfuerzo extraordinario por ver su rostro, aunque es vano, él sonríe sin ruido alguno y se aleja sin dar la espalda, cuando en unos dos segundos y medio apresurada levanta la cabeza y mira con desesperación todo vuelve a la normalidad, pero sólo puede ver a todos, excepto al caudillo.  Todos vuelven a sus quehaceres y Pascual Montilla a lo suyo, recibe su estado mayor, el general más joven viene con un regalo, un elefante blanco con dos cabezas, cazado y amaestrado en África por él mismo en las campañas en Angola.  Comentan en las filas del ejercito que es hijo del caudillo y tiene los mismos movimientos de guerra (del padre), aunque ninguno de ellos pudieron ver combatir al caudillo y hacer una comparación exacta con los movimientos del líder, que cuesta la vida de inmediato al joven general Mustafá, otra víctima  del toro negro.

Por varias décadas, el caudillo está de humor y acepta una parada de batallón con estado mayor, que está al frente en combate directo a la cabeza el general Luperón, el caudillo le saluda a distancia: 

-¿Cómo te va con los españoles?,

-Haciendo miles de reverencias, responde.

–Comandantes son necios, envíen una patrulla, los enviamos al infierno y son tan cabeza dura que envían otra y otra y otra y las espadas se desgastan, la mía medía metro y medio y le quedan ochenta centímetros, y no tenemos espadas suficientes para los prisioneros de República Dominicana. Ahí si tenemos españoles.

El caudillo le pregunta: -General Maloog y su frente?.

-He perdido cincuenta hombres en una emboscada, necesito refuerzos. 

El caudillo inmediatamente ordena el fusilamiento del general Maloog y  lo releva de su cargo.

Pregunta Pascual Montilla:

-¿Ha caído otro en emboscadas? 

Y todos de forma colectiva pero en silencio responden

-No mi comandante.

Luego de un silencio muy profundo parecido a cuando pasa un huracán enorme, todos entienden, la hora de marcharse ha llegado, el toro negro los dirige a la salida, ya que la visibilidad es inexistente.

Horas más tarde, la selección de las niñas, una tarea al parecer muy fácil, la señora Tiempo tiene décadas y décadas haciendo la selección y nunca se había sentido desorientada como hoy y temerosa de hacer una mala selección porque podría perder algo más que su vida, su juventud eterna. La joven Primavera, de ojos enormes, de pelo largo, ojos miel y una sonrisa discreta pero eterna plasmada en su belleza, una inteligencia que hacia manifestación en sus ojos perspicaces, en su inocencia absoluta, apareciendo el toro negro y enviando directamente sin el permiso del tiempo a la niña primavera a los aposentos de Pascual Montilla.

La joven Primavera, sin experimentar sensación alguna, ya que las sensaciones no querían correr riesgos con el amo. La hermosa percibe un olor agradable y prefiere no hacer comentarios, una voz en la oscuridad absoluta, una voz de domador de fieras salvajes dice: 

-Aquí puede hablar.

Y sin vacilaciones la niña dice: -Que lindo huele, ¿son flores?.

Responde Pascual Montilla: -Líquidas o perfumes.

La niña responde sin tener idea alguna: -Ajá.

Le pregunta la niña todo tipo de ingenuidades, que si existen las brujas?, que si existen las hadas?, que si Santa Claus le va a dar el regalo que ella espera este año? ¿Qué si él conoce Paris?, ¿Que cómo es el mundo exterior? Y ¿Qué si en verdad existe?.

Después de ocho horas de monólogo hace su entrada el toro negro, dirigiéndola a su nueva habitación y siendo la primera en salir con vida de los aposentos de Pascual Montilla y la única en lograr conversar con el caudillo más de un minuto.

Al día siguiente aparece vestida de reina en una habitación contigua ya no con sus antiguas compañeras, ahora son sus sirvientas, piden permiso en voz baja y pasan a corroborar con su baño, con sus perfumes, con su vestido, con su nueva investidura.  En la misma habitación aparece, vestido de negro, Pascual Montilla, sonriendo sin ruido alguno y sin mover los labios la joven Primavera, rompiendo con los parámetros corre de forma parecida a un potro salvaje, le da un beso y un abrazo, el con la mano izquierda, frena un batallón de asesinos y con la derecha, sostiene la fuerte embestida del toro negro y con la cabeza avisa a la señora Tiempo que todo está en orden, segundos más tarde y la niña no se entera de haber estado a milésimas de haber sido asesinada por un batallón de centauros, por el gran toro negro y por el tiempo.

Un tiempo no captado por reloj alguno, ni por calendario alguno, el ejército ha triunfado y celebran con un reencuentro de estado mayor, el saludo correspondiente y un sinnúmero de ademanes que se han inventado los generales para ganarse el favor del temido Pascual Montilla, mi comandante, hemos ganado todos los frentes de batalla, el último frente dicen los heridos lo ganó el elefante blanco de dos cabezas, así que también ganaron, esperamos los nuevos cargos y los nuevos castillos y convertirnos en la nueva aristocracia de este país que no está registrado en ninguna parte.

Generales, sigan en sus puestos porque aun nos faltan los británicos, los holandeses, los franceses, los alemanes y todos los que entiendan que le pertenece la Primavera.

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