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   Rufa era una perra blanca con el hocico castaño. Una noche calurosa y oscura parió tres perritos. La perra estaba muy contenta, comenzó a lamer a sus perritos con cariño. Pero de momento se dio cuenta de algo que la dejó asombrada. Uno de sus perritos era de color verde, muy, muy verde. Los otros eran negros y blancos, se parecían mucho a ella y a su papá. Pero aquel perrito, ¿de donde salio, a quien se parecía?

A la perra no le gusto aquel perro tan feo, aquel animal no podía ser su hijo, era muy diferente. Su color era muy raro, no se parecía ni a ella ni a sus cachorritos. Aquel perro había nacido de ella, pero su color era algo inexplicable, y por esa razón no le gusto aquel cachorrito que no podía ser su hijo. Tomo a sus dos perritos y se fue a otro sitio, dejando a su perrito verde, muy verde, solito y abandonado.

El pobre cachorrito lloraba, tenia mucha hambre. El perrito verde como pudo se arrastro, era demasiado pequeñito. Llego a la puerta de la casa y como pudo se escapo. Cayó en un monte, donde solo había hierba, gusanos, y tierra. Tenía mucha hambre y mucha sed. Había llovido aquella noche y la hierba estaba mojada. El perrito verde comenzó a comer de aquella hierba verde y húmeda. Mientras más hierba comía, mas verde se ponía. Ya el perrito verde se sentía mejor, aunque la hierba no tenía buen gusto, pero le había quitado el hambre y la sed. 

Siguió arrastrándose por el campo, tenía mucho frío. Necesitaba del calor de su mamá y de sus hermanitos. Pero su madre lo abandono, porque no se parecía a sus hermanitos. Vio una cueva pequeña y allí se metió a dormir, estaba cansado y tenía mucho, mucho sueño. Allí no sentía frío, y llorando por su soledad se quedo dormido. Al otro día cuando despertó vio a dos conejos que lo miraban con curiosidad, uno de ellos reía a carcajadas, mientras decía: “¿De donde salio esa cosa tan fea? Nunca en mi vida he visto un perro verde.” Al perrito le dio mucho miedo, se quiso esconder de nuevo en la cueva, pero el otro conejo le dijo: “Te vas de aquí ahora mismo, no se quien eres, esta es mi casa, eres el perro mas feo del mundo, pareces un sapo gigante.” El otro conejo volvió a reír con ganas y dijo: “Creo que vino de Marte, o quizás de la luna, parece una hoja de árbol grande. Vete de aquí, no pareces perrito, eres anormal. ¿Serás de verdad un perrito?” El pobre perrito salio de ahí muy triste, con su pequeña cola escondida entre sus patas cortas y pequeñitas. Tenía hambre y sed. Camino como pudo hasta cerca de un charco, allí bebió mucho agua y se sintió bien, pero tenia hambre, mucha hambre. Vio a unos gusanos corriendo por la hierba, se arrastro hacia ellos y se los comió, también comió de la hierba.  Comenzó a ponerse más verde, mientras mas hierba comía, más verde se ponía. Pero estaba feliz, ya no tenía hambre.

Pasaron los días y los meses, el perro verde crecía, estaba más verde, muy verde. Pero ya no solo comía hierba, buscaba en la basura y se comía lo que se encontraba. Todos le tenían miedo y le huían, su color tan verde asustaba a los demás animales y también a la gente. Pensaban que había venido de otro planeta. Nadie lo quería, y nadie se le acercaba. Dormía en el monte o dentro de los zafacones de basura. De su madre y sus hermanitos no sabía nada, pero siempre los recordaba. El perro verde era un perro cariñoso y bueno, no le hacia daño a nadie, y cuando la gente se asustaban al verlo, el también se asustaba y salía corriendo.

Un día una gente de un circo pasaron por un camino donde se encontraba el perro verde. Estaba comiendo con muchas ganas un muslo de pollo que habían tirado a la basura. Al ver a aquel perro tan verde se asustaron un poco, pero después reaccionaron. Ese animal era muy extraño, algo nunca visto. Si se lo llevaban al circo seria una gran atracción, ganarían mucho dinero. Mucha gente iría al circo para ver aquel perro verde, bien verde.  Pero temían acercársele. Uno de ellos dijo: “Vamos a ofrecerle comida, se ve que tiene mucha hambre, si viene, entonces lo atraparemos.” Así lo hicieron, lo llamaron y le ofrecieron carne roja, arroz, dulces y agua fresca. El perro verde que nuca había visto una comida tan buena, se acerco a ellos muy cariñoso, meneaba su rabo con alegría, pero no ladraba, nunca había aprendido a  ladrar. Ellos lo dejaron comer, lo miraban con curiosidad desde el rabo hasta la cabeza.

Uno de ellos dijo: “Realmente es un perro, pero es muy raro, nunca había visto un perro con un color tan verde. ¿De donde habrá salido este animal?” “No se –dijo el otro – pero parece inofensivo, no es un animal salvaje. Puede ser de Júpiter, parece familia de la iguana. Nos los llevaremos, esta noche debutara en nuestro circo.

Esa noche el circo se lleno, era el debut del perro mas extraño del mundo. Habían muchos hombres, mujeres, pero habían mas niños. Todos querían ver a aquel perro tan raro. Un hombre con una capa negra y un sombrero blanco y negro, presento al perro mas extraño del mundo. Traían al perro verde en una jaula, todos quedaron asombrados al verlo. Lo sacaron de la jaula y cuando el perro verde comenzó a caminar por el escenario, todos soltaron un grito. Los niños pequeños lloraban, algunos salieron corriendo. Un niño como de cuatro años dijo: “¡Yo me quiero ir mamá, eso no es un perro, es un cocodrilo, me va a tragar mamá, yo tengo miedo, quiero irme mamá!”  La mamá se fue con el niño, estaba histérico. Los que se quedaron se acercaban al perro verde, muy verde. Lo tocaban con asco, lo miraban sorprendidos, y le hacían preguntas a los del circo. “¿De donde salio ese animal tan diferente a los demás perros? ¿Por qué su piel es tan verde?” Ellos no sabían que decir y se inventaban historias. Llegaron hasta decir que había venido de otro planeta muy lejano. Una señora lo miraba y lo miraba curiosamente, pero no decía nada. Un niño grande lo pellizco bien fuerte, para ver si era de verdad.

Al perro verde le dolió mucho aquel pellizco y salio corriendo, se escondió detrás de unas cortinas. De allí nadie lo sacaría, por primera vez sintió mucho miedo de los humanos. Tenía que irse de allí o le harían mucho daño.  Él sabía muy bien que no era un perro normal, pues desde que nació lo despreciaron por su color. La señora que lo miraba mucho, trataba de hacer negocio con el dueño del circo. Quería comprarle al perro verde. Era una señora muy rica y les ofrecía mucho, pero mucho dinero. El dueño del circo le dijo que lo pensaría, mañana le daría la respuesta. A la señora le había gustado aquel perro verde, muy verde.  El perro verde estaba bien asustado, por primera vez, nunca había visto tanta gente junta, tanto alboroto, y nunca nadie lo había lastimado, porque todos le huían. Tampoco nunca había visto niños llorando.  Solo él se veía llorar cuando se recordaba de su mamá y sus hermanitos. El perro verde no tenía nombre. El dueño del circo lo buscaba desesperadamente, lo llamaba, “perro verdoso” Tenia que encontrarlo, ese perro valía mucho dinero. Pero el perro verde, muy verde, estaba tan atemorizado, que se fugo del circo.

El dueño del circo estaba furioso, el perro se le escapo, había perdido una pequeña fortuna. Mando a buscar al perro por todos los lugares.  El perro verde se fue para el campo, allí volvió a comer hierba mojada, ya estaba acostumbrado y le gustaba. Pero también le había gustado mucho la carne roja, y el arroz que comía en el circo, y el agua fresca. Pero en el campo estaba mas tranquilo, aunque no tuviera amigos, ya se había acostumbrado a su soledad.

Solo soñaba con volver a ver a su mamá y a sus hermanitos. Ya se sentía viejo y cansado, y solo tenía seis meses de nacido. El pobre perro verde había sufrido mucho. Nunca nadie le dio amor o cariño, había vivido sin nadie toda su corta vida, se había criado solito. Estaba vivo gracias a aquella hierba húmeda que había comido cuando tenía hambre y cuando tenía sed.   El campo era su casa, allí fue donde fue la primera vez, cuando era un cachorrito.

La señora rica estaba enojada, el dueño del circo no sabía donde estaba aquel extraño perro verde. Ella lo quería, le gusto mucho aquel animal y su color, verde era su color favorito. Amaba a los animales, ella también estaba sola, solo tenia una cotorra y un gato negro. Ahora quería un perro, y tenia que ser aquel perro verde. Ella también mando a buscar al perro por todos sitios, envió cinco hombres para que lo buscaran por mar y tierra. El del circo envió tres personas, tenia que encontrarlo para vendérselo a la señora rica. Ellos se cansaron de buscarlo, el perro no aparecía. Para la señora era como un martirio. Ella decidió unirse a la búsqueda y también lo busco por cada rincón de la tierra, pero no había rastros de aquel perro verde, muy verde.

Un día cansada de buscarlo, decidió irse a su casa de campo a descansar. Allí pasaba los veranos calientes y húmedos. Era de noche, dormía tranquilamente en su casa de campo. Con ella dormía su gatito negro. De momento sintió como unos quejidos de dolor. Se asusto un poco. Pensó que era su gato, pero él dormía tranquilamente a su lado. Trato de seguir durmiendo, los quejidos eran más fuertes, eran como unos gritos de desesperación.  Se levanto preocupada, su cotorra dormía en su jaula, en la sala. Destapo la jaula de la cotorra, la cotorra dormía tan profundamente que roncaba. Entonces, ¿de donde venían esos lamentos? Ya no podía dormir, fue a la cocina a buscar un vaso de leche de vaca.

Entonces se dio cuenta que aquellos quejidos venían de afuera, del balcón de la cocina. ¿Será un oso? Eso pensó. ¿Será un lobo? Le dio un poco de temor. Abrió poco a poco la puerta, pero con un palo de madera bien gordo en su mano. Tenia que cuidarse, podía ser un animal salvaje. Solo la luna alumbraba aquel balcón, pero se podía ver bien.  Pudo notar que había como un bulto en una esquina del balcón. Se acerco con miedo, dentro de aquel bulto alguien se quejaba, no se movía, solo se veía su cabeza.  La señora pudo ver unos ojos brillosos y llenos de lágrimas. El miedo se le espanto.  Se acerco a aquel bulto.  El animal tristemente la miraba y se quejaba.  Ella lo tomo entre sus brazos y se lo llevo para dentro de la casa. Allí prendió la luz de la cocina. ¡Cual seria su sorpresa! ¡Aquel bulto, aquel animalito era el perro verde! Ese perro que tanto busco. Parecía que estaba bien enfermo. 

Busco unas mantas y lo cubrió con ellas, lo acaricio, lo beso, calentó leche de vaca y en un plato hondo le dio aquella leche tibia.  Después lo reviso por todos lados, quizás estaba herido, y por eso gemía de dolor.  Pero no, no estaba herido, parecía más bien que estaba enfermo. Temblaba como una hoja.  Ella se lo llevo a su cuarto, lo cubrió bien y comenzó a acariciarlo, hasta que el pobre animal dejo de quejarse.  Después con una voz muy suave y cariñosa le dijo: “Trata de descansar, aquí no te pasara nada. Parece que estás enfermo, algo te debe doler.  Mañana a primera hora te llevare donde el veterinario. Duerme, no te voy a dejar solito.

El gato despertó cuando vio que su dueña mecía en el sillón a un extraño, no se podía ver porque estaba todo cubierto.  Sintió celos y se acerco a su ama. Ella le sonrió y destapo al pobre perrito que cargaba en sus brazos.  El gato se puso blanco del susto, se le pararon todos sus pelos y salio corriendo de la habitación.

La señora seguía dándole cariño a aquel pobre perro verde, mientras le decía: “que casualidad, mira donde te vine a encontrar, en mi propia casa.  Me gustaste mucho desde que te vi en el circo. Ya no te iras de mi lado, te cuidare mucho y nuca nada te faltara. Eres el perro mas lindo que he conocido. Será un orgullo para mi llevarte a pasear para que todos te vean.”

El veterinario curo al perro verde, muy verde.  La señora le daba unas comidas sabrosas, lo bañaba, lo peinaba, y lo llevaba a pasear todos los días. La gente lo miraba con curiosidad, le hacían preguntas: “¿De donde saco ese animal? Parece perro, pero es muy verde, ¿acaso usted lo pinto de ese color? Es un animal muy raro.” Otros decían: “No hay perros verdes, ¿acaso vino de algún planeta? ¿Sus padres son verdes como él?” La señora solo decía: “Es mi perro y lo adoro. No me importa su color, no me importa de donde haya venido. Es un perro como cualquier otro, aunque su color sea diferente. Yo le doy cariño y él a mí también.  En casa todos somos felices porque lo tenemos a él.”

El gato se acostumbro a su nuevo hermanito, ya no lo asustaba, no le importaba el color, jugaba mucho con él, nunca peleaban, se querían mucho. La cotorra que también era de color verde, hablaba mucho y le decía: “Tu no eres perro, eres perico.  Tenemos el mismo color. Te voy a enseñar a volar y a hablar como yo. Aunque creo que será muy difícil enseñarte. Mejor quédate perro, así te ves mucho mejor.”

Ya el perro verde sabía ladrar. Iba a una escuela donde le enseñaban muchas cosas, sabía caminar con elegancia, sabia muy buenos modales. Vestía a la moda, lo llevaban a un salón de perros donde lo bañaban, le cortaban las uñas y lo peinaban, cada día se ponía mas bonito.  Ya nadie le tenía miedo y lo miraban con admiración.  Aquel perro que nunca tuvo nada, ahora lo tenía todo, especialmente mucho amor.  La señora era como su mamá, él y el gato dormían con ella.

El perro verde, que ahora tenía nombre, y se llamaba “Bonito”, cuidaba la casa cuando su dueña se iba de compras o a pasear con sus amigas. Por fin era feliz, aunque nunca pudo olvidar a su verdadera mamá y a sus hermanitos. Aquellos que jamás volvió a ver.

“Me gusto mucho el cuento papá – dijo la niña - ¡pobre perrito, cuanto sufrió! Papá, dime algo, ¿me hubieras querido tú a mi si hubiera nacido de otro color?” “Claro que si hija mía – dijo papá – aunque hubieras nacido con todos los colores del arco iris. El color no tiene importancia, los sentimientos son los que valen mucho.”

Autora: Carmen Lydia Rosa.

 

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