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         En el parque central de la gran capital se encontraron  Luis y Julio, dos veteranos de mil batallas quienes se conocieron muchos años atrás en la empresa donde trabajaron por más de veinte años cada uno. Casi no se reconocen pues a los dos los años los cambiaron físicamente. Luis estaba barrigón y canoso y Julio barbado y medio calvo. Los dos quedaron sorprendidos de ver al otro, claro que con la diplomacia que los caracterizó siempre, saludaron sin advertir que realmente la sorpresa de ver el cambio los estremeció.

     Se sentaron en una tienda de esquina y cada uno pidió una bebida, no como en los viejos tiempos donde el uno pedía cerveza y el otro un trago doble, simplemente pidieron cafecito y te caliente y comenzaron a charlar. Contaban como pasaban su tiempo ahora donde la única responsabilidad que tienen es desayunar e ir a leer el diario al parque mas cercano o caminar por lo menos treinta minutos diarios, ahora no por deporte sino por prescripción medica que como ellos se han dado cuenta hay una gran diferencia.

    En medio de la charla cada uno miraba al otro y se les venían recuerdos maravillosos de esa vida que tuvieron llena de energía y de esos años en que realmente no pensaban que iban a terminar ahí, sentados en una esquina tomando de una taza servida solo hasta la mitad para que no la fueran a derramar.

     Remembranzas de cada uno se oían, sobre su vida charlaban y en sus recuerdos se encerraban como si no quisieran que lo que les queda de existencia se acabara. Se interrumpían contando anécdotas y de ellas gozaban.

    Luis subió la mirada y con gotas en sus ojos y la voz temblorosa hablaba: Quiero recordar lo que algún día le escribí a mi hermosa y única hija adorada, ahora frente a ti amigo para que sepas cuanto amor en ella mi corazón atesora y para que seas el testigo del porque por ella toda mi vida entregara:

   Hermoso ángel que me regalo el cielo, quiero dejarte en estas notas anclada toda mi ilusión y mi alegría por saber de tu llegada.

   Ser divino que solo ternura inspiras y que abriste mi corazón al amor con tu llegada.

De la mano con tu madre y yo con mis brazos, trataremos de llevar tus pasos hasta el final de las metas trazadas.

  Tu sonrisa cada mañana me ilumina y tu mirada tierna me domina, tus gestos los gozo y tu ternura tan niña, hacen de mi el hombre que lucha para entregarte la mas digna de las vidas.

  Tierna criatura que solo luz emanas, que aunque sin voz una canción siempre cantas para darnos la paz y al amor que se respira en nuestra casa.

   Hija hermosa y adorada a tu lado estaré hasta el fin de mis mañanas para protegerte y cuidarte y estar seguro que nunca te pase nada.

  Cada nuevo día agradezco al cielo por este regalo que me dio, para que nunca se apague mi ilusión y para seguir adelante luchador y tenerlas como ejemplo a ti y a tu madre. A las dos.

  Luis se detuvo pues sus ojos aguados y su voz entrecortada le impidieron seguir contándole a su amigo lo que sentía por su hija adorada. Julio lo miro y una sonrisa sincera le brindo:

  Amigo mío es cierto, para nuestros hijos lo más preciado es nuestro amor. Ahora nos podemos ir tranquilos con un único tesoro, el de saber que todo lo entregamos con el corazón.

 Luis y Julio se despidieron, cada uno su camino tomo y el tendero que limpiando la mesa los miro, lo único que pudo decir fue: El viejo Luis otra vez el café me derramó.

                                                           FIN

BEN

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