El cielo lucía un ostentoso atuendo aquella noche de verano, lejos de las grandes urbes, contar estrellas por millares resultaba pan comido, el campo abierto, aire puro, una luna plateada y el suave césped resultaban toda una delicia como para recostarse y disfrutar la vista del firmamento en pareja bajo el follaje de un árbol, aun sin compañía ese panorama era igualmente deleitable.
Aquel paraje solía ser popular entre las jóvenes parejas los fines de semana, pero de lunes a viernes, se convertía en el santuario personal de un chico muy aficionado al estudio de los astros, no gozaba de una reputación prestigiosa en su escuela, tampoco era un atleta nato, pero al menos mientras esas noches de cielo claro nadie lo apartara de su telescopio, el estaba complacido, no había mas universo para él sino los lejanos mundos que contemplaba por las noches. A falta de una chica, para Raymundo no había mejor compañía que la del prodigioso aparato, siempre que deseaba escaparse de la cruel realidad en la que otros muchachos de su escuela le molestaban, esos viajes a otros planetas lejanos le devolvían la tranquilidad, a falta de una novia que llevar al paraje, como los otros muchachos, su telescopio era toda la fiel compañía necesaria.
La tranquilidad se interrumpió cuando tres camionetas cargadas de chicos y chicas llegaron a toda velocidad, con música rock a todo volumen, cervezas y algunas prendas íntimas volando por los aires, era el equipo de futbol americano, que venían a celebrar su recién adquirido campeonato ante sus más acérrimos rivales. Raymundo tuvo que hacerse a un lado vertiginosamente para no correr la misma suerte que su telescopio, que fue aplastado por uno de aquellos vehículos. El capitán del equipo bajó de un salto de la camioneta que conducía su entrenador, para trabar por el cuello a Raymundo y tallarle el cuero cabelludo con los nudillos o mas bien, hacerle un “quema cocos”, así era como conocían esa maniobra los jóvenes de aquella escuela.
– ¿Qué pasó Raymundo? –Saludó el capitán burlonamente a su enclenque victima – ¿Otra vez vienes a contemplar las estrellas por aquí porque no pudiste traer ni a la mas fea de la escuela?
– ¡Suéltame! –suplicaba Raymundo
– Como gustes –dijo el capitán, mientras lo arrojaba en un charco de agua sucia.
El equipo y las jovencitas que llevaron al paraje le cantaron a coro parte de una canción de cuna “Estrellita ¿donde estas?...” al mismo tiempo que le arrojaron basura, latas vacias, cerveza y hasta un preservativo usado se llevó de premio, lo cual causó que las risas del equipo se volvieran un frenesí, los dos jóvenes que tuvieron la idea chocaron las palmas de sus manos en señal de complicidad. Al entrenador, con todo y que se suponía era el adulto del grupo, también le resultaba divertida la humillación a la que Raymundo fue sometido, inclusive sacó una cerveza de las hieleras que trajeron y se la bebió para disfrutar el ofensivo jugueteo que los jóvenes tenían.
Raymundo limpió sus ojos de las inmundicias que le arrojaron los demás, jamás en su vida lo habían hecho sentir tan despreciable, decidió que lo mejor era retirarse, ya la humillación sufrida era suficiente para el resto del año escolar, quedarse ahí siendo juguete de los abusivos del equipo de futbol americano no era una opción que le resultara muy atractiva, se agachó a recoger los restos de su telescopio, sería difícil y costoso arreglarlo pero no lo dejaría en ese lugar para que también fuera profanado por los trogloditas recién llegados.
Uno de los jugadores se puso un dedo en la boca, indicándole a los demás que no hicieran ruido, sigilosamente se acercó a Raymundo, que todavía estaba inclinado recogiendo sus cosas y le asestó un fuerte puntapié, derribándolo por completo, mientras los otros chicos festejaban tal hazaña con el grito de “¡gol!”, convirtiendo a Raymundo en un balón humano. Por fin, el entrenador del equipo decidió actuar, una cosa era divertirse abusando de otros, pero también debía ser prudente, no quería que la sociedad escolar presentara quejas.
–Ya basta –dijo el entrenador –Tienen todo el tiempo del mundo para seguir fastidiando a este imbécil otro día, déjenlo que se vaya.
En ese momento una lluvia de estrellas inició, Raymundo había ido a ese lugar para contemplarla, sin su telescopio no sería posible. El mismo joven que pateo a Raymundo, queriendo continuar la burla, se le ocurrió abrir la boca con alguna ocurrencia original para el momento
–Mira Raymundo ¡Estrellas fugaces!, ¿no vas a pedir un deseo?
–Si –dijo Raymundo, tratando de recuperar el aliento –Deseo se mueran todos ustedes
–Uy, que miedo –dijo una de las porristas que acompañaron a los jugadores – ¿no se te ocurrió algo mas original?
–Bueno, ya es suficiente –dijo el entrenador –en la escuela pueden hacerle lo que quieran, tenemos un campeonato que festejar ¿no es así?
El equipo se abalanzó de inmediato sobre las hieleras, otros bajaron bolsas de carbón y carne de una camioneta, Raymundo se fue a su casa, con el orgullo y la dignidad hechos trizas, quizá este sería un buen momento para pedirle a sus padres que lo cambiaran a otra escuela, donde nadie lo conociera, petición que les había hecho desde que comenzó el año pero siempre le daban la excusa de que la situación económica familiar no estaba del todo bien como para mandarlo a una escuela especial para superdotados, ahí era donde el debería estar, no en aquella secundaria, donde todo mundo se aprovechaba de ser mas fuerte. No le costo mucho trabajo convencer a sus padres de no ir a la escuela el día siguiente, comprendieron la situación con solo verlo llegar.
A la mañana siguiente, Raymundo salió a la puerta de su casa para recoger el periódico, cuando sin querer vio el titular de una noticia que llamó de inmediato su atención: “Accidente en la interestatal 43 mata equipo de escuela local”. Al parecer un camión del aserradero en las afueras del pueblo impactó una de las camionetas cuando el chofer de la pesada unidad móvil se durmió al volante, la colisión lo despertó de súbito, trató de recuperar el control del camión y se volcó aplastando a las otras dos camionetas con su carga, dos remolques repletos de troncos. La mayoría del equipo murió instantáneamente, otros fallecieron al llegar a la sala de urgencias, el entrenador y una porrista seguían hospitalizados muy graves.
La noticia parecía una inverosímil coincidencia, Raymundo siempre creyó que pedirle deseos a una estrella fugaz, que en realidad es un cometa o algún fragmento de meteoro que ardió al entrar en contacto con la atmosfera, solo era superchería, pero por alguna razón las estrellas parecían estar de su lado en aquella ocasión. Superstición o no, la noticia del equipo mantendría distraídos a todos en la escuela de su persona, especialmente a los abusadores y al menos por un buen tiempo, nadie iría de nuevo al paraje, dejándole disfrutar la vista nocturna del cielo.
Desde aquel día, jamás alguien osó molestar de nuevo a Raymundo, por aquello de no correr la misma suerte del equipo de futbol.