Papá ya no está más. Se fué, aunque quería quedarse. Tuvimos que dejarlo ir. Y yo que le quería decir tantas cosas! Por suerte las tengo anotadas en un cuaderno, en orden de importancia. Es un alivio. De no ser así, no sé cómo haría.
-Te vas a tomar toda la leche, chiquita, si no querés perder todos esos hermosos dientes de una sola trompada. O para qué creíste que te invité a salir? Para jugar a las cartas?
Los gritos sordos, como balas disparadas con silenciador, no encontraron eco.
Amargura y frío, asco y la voluntad, nuevamente emparchada, de seguir asomándome a otro día, de reincidir en la vida… Qué testarudez tan poco coherente…
-Holaaa!… Qué novedades tenemos para hoy?
-Sigue insistiendo o ya está empezando a bajar las defensas?
-Poquito falta!
-Cállense todas! Tengo que pensar cómo voy a hacer ésto.
Por lo dicho, bastante poco, por cierto, ustedes seguramente ya saben algo de mí. Por eso tienen esas caras ahora. Pero no se preocupen, nunca se van a enterar del resto. Nunca podrían.
Micaela ...... tomá la leche ...... no me pegués, por favor ...... ponele más chocolate ...... hacé lo que te digo y dejá de reírte ...... mejor hagamos un castillo, querés? ....... se te van a caer los dientes ...... quieres jugar conmigo? ....... no grités!!
-Yo opino que lo dejemos para otro momento!
-Sí, mejor! Hoy no, hoy no!
-Sí, sí! Postergación, postergación!
-Dénme la mano y cállense ya, que se enfría la leche.