--Y vos qué querés, flaquito, que prediquemos el Evangelio acá? Sabés cuántos casados tenemos en este video-zoológico? Son los que nos mantienen. Porque como acá todo es bajo cuerdas....es menos riesgoso que andar ventilándose por la calle. Y además se ahorran todo el verso que le tienen que hacer a cuanta mina pasa por su lado y los desaires por respuesta. Pero avivate, tiernito, acá están todos en la misma.
Dirigió sus ojos a la ventana y miró el obelisco. Por un instante olvidó que era el monumento a Washington. Oyó claramente el murmullo de su Buenos Aires, los ruidos de la Avenida Corrientes, las corridas de los peatones para llegar a salvo a la vereda de Carlos Pellegrini, los bocinazos de los colectivos, las frenadas de los taxis. Y volvió a mirar a su interlocutor que le decía:
--Entonces, Moro, contamos con vos, macho?
Pudo identificar perfectamente esas náuseas que le venían desde el alma y descartó la idea de reprimir la furia que le golpeó el pecho desde adentro. Era la misma sensación que había sentido el día que decidió irse de su país para alejarse de la hipocresía, el cuento, la mentira y el engaño. Se levantó estirando los brazos hacia arriba, como desentumeciéndose, se frotó los ojos con las palmas de las manos, para luego apoyarlas abiertas sobre la mesa inclinándose levemente hacia el coordinador de área de Grandes Perspectivas, y en perfecto Castellano y con aún más perfecto acento porteño, antes de dirigirse hacia la puerta, le dijo, sin levantar la voz:
--Andatealareputísimamadrequeteparió.