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En ese momento, San Pedro irrumpió en la habitación, con amabilidad les dio la bienvenida a las tres aspirantes a entrar al cielo. Las saludó por sus nombres: Teresa era la  pelirroja, Juanita la mujer madura y Raquel la última en llegar. Les hizo saber que ya se había revisado su expediente con detenimiento y los jueces del cielo habían determinado que Teresa estaba condenada a pasar 341 años realizando labor social en el purgatorio con su respectiva dosis de trabajos forzados y penitencias ineludibles. A Juanita, le dieron 384 años en el mismo lugar haciendo cadenas de inspiración y fuerza de voluntad acompañadas de enmiendas para que su llegada al cielo fuera inmaculada.  En cuanto su mirada se posó en Raquel, sin pronunciar palabra alguna, el apóstol abrió los brazos en su dirección llorando de alegría, conmovida, se refugió en ellos mientras San Pedro cariñosamente le susurraba:

-Bienvenida seas, hija mía. Las puertas del cielo están abiertas de par en par para ti. Te espera la paz y felicidad eterna a la diestra del Señor, quien ya se encuentra impaciente por recibirte.

La mujer volvió el rostro para despedirse de sus compañeras de espera pero éstas desviaron la mirada con desdén y resentimiento. Raquel, con lágrimas de emoción en los ojos, caminó hasta la puerta de entrada, y la atravesó.

La abogada, visiblemente indignada, le reclamó a San Pedro la decisión que se había tomado para con el futuro de su alma, mientras la ama de casa, hacía eco a sus reclamaciones. El santo las escuchó pacientemente y cuando terminaron de hablar les explicó:

-Teresa, Dios te otorgó vida esperando que tus acciones continuaran el milagro que Él inició al permitirte nacer. Nadie niega que has sido una excelente profesionista, que cuidaste el cuerpo que se te donó como a un templo sagrado, que hiciste justicia algunas veces y trataste de apegarte a la verdad y a la ética cuando el sistema te lo permitió, pero nos defraudaste en la otra parte que te correspondía cumplir. Porque a cada uno de los clientes por los que trabajaste con tanta dedicación y entrega les cobraste en demasía por tu trabajo. Y luego te dedicaste a gastar todos los recursos ahorrados en atesorar riquezas y adornar tu cuerpo, pero nunca a tu espíritu. De nada sirve alcanzar el éxito si jamás compartiste el pan de tu mesa solo por el placer de dar, nunca una moneda para el desventurado, ni te preocupaste por el que menos tiene. Te regalamos el don de la fertilidad y lo dejaste secar, te dimos simpatía, labia, buena fortuna para que la derramaras entre los que te rodeaban y la usaste para tu beneficio personal pero no para transmitir amor a tus semejantes. Pecaste de soberbia, todos los hombres te parecieron inferiores a pesar de que te enviamos grandes intelectuales, personas honorables, llenas de bondad y que sobre todo, te amaban con sinceridad. Pero los rechazaste y elegiste vivir sola para satisfacer tu vanidad. Ahora dime ¿qué hiciste para perpetuar tu recuerdo en la tierra, para continuar con la Gran Obra del Maestro?- La mujer bajó la mirada avergonzada.

- Juanita- le dijo a la segunda mujer- La condena a la que te has hecho acreedora es porque si bien estamos concientes de que formaste una familia, cuidaste con dedicación a tus hijos y fuiste una esposa fiel, te olvidaste de ti misma en el camino. Y no me refiero solo al abandono físico, sino también al espiritual e intelectual. Tenías todo para ser exitosa pero preferiste justificar tu parsimonia con aquello de que no naciste con estrella, y las cosas no son así en realidad, cada uno los hijos de Dios por el simple hecho de nacer tienen estrella, ninguno nace "estrellado" como piensas tú. Aquel que tiene vida es porque es parte de un milagro y a partir de ese prodigio todo es posible, siempre y cuando nos afanemos en ello. Pero, tú te conformaste al encontrar a un hombre dispuesto a hacerse cargo de tus necesidades económicas, y tomaste como pretexto las labores del hogar y la llegada de los hijos para abandonar tu mente y tu cuerpo, para no salir de casa a realizar tus ilusiones. Eso fue mermando tu autoestima, te hizo sentirte infeliz, y aún cuando amaste a tus hijos, derramaste en ellos esa amargura, les hiciste pagar por tu fracaso con tu constante mal humor, y a tu esposo lo hiciste olvidar el motivo por el cual se enamoró de ti al conocerte. Te otorgamos habilidades que no desarrollaste, planeamos para ti un futuro próspero, tenías todo para ser feliz y te resististe. De haberte preocupado un poco más por ti misma, por   satisfacer tus necesidades propias, aún estarías viva y tu familia te hubiera disfrutado varias décadas más. Sin embargo, ahora están solos y se sienten desamparados. Te pregunto: ¿Qué hiciste con los dones que Dios te legó? ¿Cumpliste con cuidar tu cuerpo, tu mente, tu espíritu  por igual? -Juanita cerró los ojos llorando de vergüenza.

-Pero no se preocupen- Les dijo San Pedro para reconfortarlas- El asunto no es tan grave como si hubieran sido condenadas al infierno. Los años acá arriba pasan tan rápido como un suspiro y tan pronto como se empiecen a sentir a gusto en el purgatorio les harán saber que ya es hora de...

Un ángel interrumpió a San Pedro al entrar al recinto misteriosamente y acercándose a su oído comenzó a decirle cosas que las presentes no lograban escuchar desde donde estaban. El portero del cielo sin poder creer lo que escuchaba y visiblemente contrariado rebatía lo que el ángel le decía. Luego, el ángel dio media vuelta y San Pedro, tartamudeando y notablemente consternado, les informó:

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