-Hijas mías, las puertas del cielo están abiertas para ustedes. Pueden pasar
-Pero...-dijo la abogada- ya nos habían dictado sentencia, y ambas hemos estado de acuerdo en que cometimos faltas graves ¿por qué nos perdonan ahora?
-Bueno...Raquel...la hermana que entró al cielo por no tener faltas graves- explicó el viejecillo- ha llegado junto al Señor...y le ha pedido que le permita ser ella quien cumpla sus condenas para que ustedes puedan entrar al cielo sin problemas, al parecer, se conmovió mucho con sus rostros atribulados y no le pareció justo que ella estuviera disfrutando la gloria del Señor mientras ustedes estarían en el Purgatorio pagando sus culpas. Se siente afortunada por el simple hecho de haber visto de cerca los ojos de Dios.
-Y entonces...-preguntó Juanita conmovida- ¿Raquel bajará al purgatorio mientras nosotras vamos al cielo? Pero...¡Eso no es justo!
-No lo es, pero las almas inmaculadas no persiguen la justicia, solo buscan hacer el bien para sus semejantes sin pretender pago alguno por sus obras. Por eso entró al Paraíso sin contratiempos porque no fue una mujer notable en la sociedad, ni famosa, ni tampoco se le otorgaron grandes dones como a ustedes, simplemente, se dedicó desde siempre a ser feliz, a alcanzar sus sueños, a erradicar la tristeza y la desesperanza entre quienes la rodearon. La conocían como Tía Raquel por que para ella, todos eran como su familia y nunca soportó ver sufrir a alguien. Hizo lo que se le vino en gana, pero siempre con la bondad por delante, muchas personas la tacharon de loca, otras se burlaron por considerarla excéntrica, algunas, como ustedes, la juzgaron sin conocerla solo por su aspecto, pero los que se permitían intimar un poco más la adoraban por el corazón enorme que poseía. Sus hijos, aunque destrozados por el dolor, se sienten en paz después de su muerte porque se saben afortunados de haber formado parte de ella y seguirán su ejemplo de vida con orgullo.
-Pues esa benignidad ahora la dejará en el purgatorio por 725 años tan solo por ayudar a dos desconocidas que la tacharon de ridícula en cuanto la vieron aparecer y por eso no merecían ser bendecidas con su bondad -dijo Teresa-.
-En el fondo de mi alma -dijo Juanita- consideré injusto que ella entrara así como si nada al edén mientras yo, que creía merecerlo más, me iría al Purgatorio. La realidad es que yo no me hubiera sacrificado así por ninguna de ellas dos.
El silencio reinó en la antesala del cielo mientras las dos almas impuras entraban al cielo por la acción noble de una desconocida. ¿Qué paso con Raquel? El Señor consideró un desperdicio que se perdiera por tantos años un alma buena en el purgatorio y la regresó a este mundo para que continuara salpicando a los pecadores con su ejemplo de entrega y piedad. Ahora mismo va caminando con las manos en los bolsillos por la calle vistiendo esos extraños pantaloncillos multicolores, el cabello teñido de índigo casi a rape, sus botines extraños y el morral en el hombro mientras silba una alegre canción en busca de seres humanos atribulados para contagiarles sus ganas de vivir.
Elena Ortiz Muñiz