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La veo como de casi treinta años, al menos eso es lo que parece, aunque, según ella, tiene muchos mas.

Yo la conocí mientras recogía una carta en el correo del pueblo, ella estaba parada en la acera, mirando hacia los coches y la calle, tenía una pequeña maleta a su lado y la ropa extravagante con la que se vestía llamaba la atención de todo el que pasaba.

Me gustó mucho contemplarla, aunque no era muy alta, su figura delgada y erguida parecía darle un aire de distinción que apocaba las miradas y comentarios de los transeuntes que no dejaban de observarla para criticarla o admirarla. Yo la admiraba, por supuesto, aunque a los quince años se admire practicamente a todo lo que se llame mujer, y si es citadina..., pues entonces se tiene la mas alta probabilidad de ser un idólatra consumado y perverso.

Llegué a ambas definiciones, sin mas ni mas, y no tardé mas que un par de segundos, pues cuando mas ensimismado estaba, ella entró a la sala postal cargada de su equipaje, la vi como en un sueño, allí en la acera, mirando todo, con aire perdido y preocupado, girar luego hasta quedar frente al correo, mirar el letrero, observar por la ventana, levantar su equipaje y luego de unos pasos entrar al establecimiento; yo no bajé la mirada, seguía embobado, la miré atravezar el lugar, clavar en mis ojos su mirada de miel, sonreir, turbarse un poco, arreglarse los castaños cabellos con los dedos, dejar el equipaje sobre el suelo, volver a mirarme y sonreirme, volver a ponerse frente al mostrador..., luego sentí estallarme la cabeza mientras unas risas burlonas llenaban todo el lugar.

La mano de don Esteban seguía levantada y me miraba entre furioso y divertido (raro no?, despues supe que estaba furioso por que no le respondía lo que me hablaba y luego, al darse cuenta de lo ocurrido, le divirtió el hecho de que ya había crecido lo suficiente como para que me atraigan las mujeres, -y tienes buen gusto- me remachó esa noche el truhan). Por el momento era solo el blanco de todas las burlas y de todas las miradas de los pocos parroquianos que habían en el lugar, incluida ella.

- Bueno, caramba, aprenda a respetar pues!!, no se debe mirar asi a la gente, que falta de respeto!!, tome su paquete y lárguese de aquí y no me mire con esa cara de idiota que si sigue parado ahi le vuelvo a dar un coscorrón que le parte en dos la caliente cabeza que tiene!!!-


Yo aun no salía de mi asombro, don Esteban me estaba retando en frente de todos y poniendo el dedo inmisericordemente en la llaga de la verguenza que se abría dejando escapar a chorros ese sentimiento infame que te obliga a bajar los ojos y te llena las mejillas de un color rojo mas llamativo que una luz en medio de la noche.

No dije nada, solo tomé el paquete, volví a mirar a la bella que también se había puesto un poco colorada y salí casi huyendo de aquel lugar, mientras don Esteban le daba algunas disculpas a ella mientras se acercaba al mostrador para atenderla.
Me quedé parado frente al correo sin atreverme a ir a ningún lado, es que quería verla y saber si se quedaría en el pueblo o estaba solo de paso, obviamente no se lo preguntaría, solo lo deduciría si la veía ir a la estación de trenes o al pequeño hotel que había en la plaza principal.

No hizo ni lo uno ni lo otro, salió del correo después de casi media hora, yo tenía las manos sudadas pues ya había tardado demasiado y sabía que al regresar a casa el patrón me daría un buen castigo por mi tardanza, cargada de su pequeña valija comenzó a caminar por una calle aledaña a la plaza, me desconcerté, ese camino no llevaba a ningún lugar en especial, solo se adentraba en el pueblo, no lo pensé mas, corrí hasta donde estaba ella, me acerqué temblando y le toqué el hombro muy suavemente. Saltó del susto, "Le ayudo?" pregunté, "Gracias" respondió y cargué con su maleta.


No sabía que decirle y ella parecía no querer hablar, así llegamos hasta la casa de doña Pilar, prima de don Esteban, que como siempre estaba en la puerta mirando a la gente que pasaba y que desde que aparecimos en la esquina de la casa no nos quitaba la vista de encima, ella se incomodó, yo no, doña Pilar estaba casi ciega, aunque en su ceguera solo se distinguían figuras y colores (como ella solía decir).

Dejé la maleta sobre el suelo, ella habló con doña Pilar, y, resummiendo, asi me enteré que se llamaba Elena y que le alquilaría la habitación por unos meses, por lo tanto se quedaba!, estuve a punto de gritar cuando lo escuché, pero la escena de la sala de correos me detuvo el grito cuando estaba a punto de hacerlo pasar por las cuerda vocales.

La dejé allí y volví corriendo a la hacienda, el castigo fue duro, durísimo, el paquete era la medicina de la mamá del patrón y si tardaba unos minutos mas hubiera sido tarde para hacer nada por la señora a la que yo quería muchísimo, como a mi propia abuela, creo que fue ese mas el castigo que el ponerme a limpiar los establos durante la noche, el saber que casi muere por mi culpa me carcomió el alma por días, hasta que pude ver a la señora y pedirle perdón de rodillas y llorando. Obviamente me perdonó, siempre tuvo cierta debilidad hacia mi y yo hacia ella. Bueno, pero eso sería solo el principio de las renuncias y garrotazos que por Elena me gané durante todos los días que estuvo en el pueblo.

Porque Elena se fue, no se quedó, la verdad, la fueron a recoger unas gentes de allí de la ciudad, yo estaba con ella (cuando no...) atendiéndo todos sus pedidos, no me perdía ni un detalle de ella, la tenía grabada a fuego en el alma y por las noches me quemaba el sentimiento de irme haciendo hombre y tenía una ansiedad que no entendía de donde venía y que solo podía calmar limpiando los establos por la noche. Cuando llegaron a llevársela ella lloró, sus hermosos ojos de miel casi me parten el alma, a ellos ni les vino ni les fue, solo le dijeron que no debió haber huido como lo hizo y que tarde o temprano habrían de dar con su paradero, ella no dijo nada, yo estuve por reaccionar pero la mirada suplicante de ella ne detuvo en seco.


El día que se fue fui a pararme a la estación para despedirme de ella, ella llegó escoltada por los hombres que habían venido desde la ciudad exclusivamente para encontrarla, la gente murmuraba de todo mientras ella caminaba rumbo al tren, a mi me mordían las ganas de romperles la geta a todas esas viejas chismosas que no habían parado de hablar de Elena desde que ella llegó al pueblo, la rabia se convirtió en amargura cuando la vi subir al tren, ella seguía llorando, y yo ya no aguenté mas, esperé hasta que el tren se puso en marcha y cuando nadie me veía subí al tren y busqué a Elena por todos los vagones. Cuando la encontré ella ya no lloraba pero tenía una pena infinita en la mirada, me mataba el alma verla así, yo que la había visto con la plenitud de su alegría los primeros días que estaba en el pueblo, pero ahora era solo la viva imagen de la amargura. Luego no lo pensé mas, entré como una tromba al vagón donde ella estaba y sin mas ni mas la tomé de una mano y la saqué de allí antes de contar tres, todos quedaron tan sorprendidos, incluidos los hombres, que cuando atinaron a reaccionar yo ya estaba haciendo saltar a Elena del tren, que aun no había tomado velocidad.

Elena no dijo nada, ni al principio ni después de la caida, solo parecía mas triste, yo no entendía porque, estaba libre de aquellos dos y gracias a mi, debería por lo menos de agradecermelo, yo solamente la miraba entre confundido y nervioso esperando una palabra que jamas llegó, en cambio de esa palabra escuché la única razón que para mi valía, la de ella.
Te arriesgaste mucho-me dijo, yo solo moví la cabeza- pero ahora comprendo que esto no está bien, que tendría que huir siempre y siempre me encontrarían-

-¿Pero porque?- dije casi gritando y luchando porque las lágrimas no me traicionen y me hagan ante sus ojos mas niño que hombre.


-Porque en la ciudad cometí un crimen y vienen a cobrarse para que cumpla mi castigo- ¿Un crimen?, ¿ella?, ¿un crimen la dueña de los ojos de miel?, tenía que ser broma

.No, no lo es, no es una broma, allí en la ciudad hubo un hombre que me atacó, yo trabajaba para el y siempre hacía que me quede mas que los demás, un día, aprovechando que ya no había nadie me atacó y me defendí, pero el hombre murió y ahora su familia quiere vengarse de mi-

-Si eras inocente no debiste huir - le dije, aunque luego me arrepentí de haberlo hecho, ella necesitaba cariño no una reprimenda

-Ahora lo se, pero no quiero estar huyendo siempre-

-Yo puedo protegerte-

-Lo se, pero esa no sería una vida-

-No importa no quiero que te vayas- Hasta que porfin lo dije y antes que ella diga nada la abracé y la besé, como había visto hacerlo en las películas, el contacto de sus labios sorprendidos y luego tensos me disparó el alma a las nubes y sentí en el cuerpo una sensación casi incontrolable-


Ella se separó de mi sin ser brusca pero muy fría

-No está bien- me dijo

-Pero yo te quiero-

-Aun eres un niño-

-Soy un hombre!!! - grité

-Volveré, lo prometo-

-¿Vas a irte?-

-Si-

No pregunté mas, estaba dolido, había casi arriesgadado mi vida por ella pero decidió irse.

Esperamos allí sentados a que los policías regresen, sin hablar ni decir nada, ella intentó hacerlo varias veces pero yo estaba mas furioso de lo que creia en un principio.

Cuando llegaron ella me hizo huir para que no me encuentren y me prometió que regresaría. No se lo creí.


El día que cumplí los veinticinco, estaba sentado en la plaza leyendo un periódico de la capital que había llegado esa mañana, las noticias siempre eran las mismas y las esperanzas que desde allí se nos tienda una mano siempre nacían muertas, sentí un toquecito en el hombro que me hizo saltar del susto, cuando me calme unos ojos color miel y una sonrisa hermosa me esperaban allí guardados en la imagen de una Elena parada frente a mi con su pequeña valija junto a ella.

Parece de treinta años, pero ella dice que tiene muchos mas, no me importa, regresó, tardó demasiado y pasaron muchas cosas, pero lo hizo. Yo me casé pero enviudé despues de apenas tres años, ella se ha hecho cargo de mis dos pequeños como si fueran suyos propios, en el pueblo me envidian y don Esteban aun se acuerda del coscorron y lo cuenta cada vez que alguien quiere escucharlo.

La huida de Elena la llevó hasta este recóndito lugar del mundo donde ahora puede encontrar la paz que le arrebató la justicia por haber matado a un hombre que le destrozó el alma y la esperanza de ser madre algún día y una decisión de gentes que ocultaron la verdad de como era aquel para salvar el honor de la familia sin importar que durante nueve años una inocente se destrozara en la cárcel.

Fin
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