- No le abren - dijo y su voz sonó realmente angustiada.
Mario estaba fascinado con la mujer, su cuello largo y elegante; su naríz afilada y algo larga; sus labios delgados; sus ojos pequeños y expresivos; el nacimiento de sus senos a la vista gracias al escote; su cintura delgada enmarcada por el vestido y el delantal. Era perfecta.
De repente la mujer dejó de tocar en la puerta del vecino. Caminó en circulo desesperada. Finalmente se acercó a la puerta del departamento 103.
Mario la vio venir y sintió en el estómago un hueco del tamaño de una pelota de playa. Se hizo a un lado y tomó el picaporte de la puerta.
- ¿Qué haces? - preguntó José Carlos que miraba a Mario como si tuviera en sus manos una granada explosiva con el seguro retirado.
- Quiere entrar, hay que ayudarla. Enfrente no le abren.
- Pero...
José Carlos dio tres pasos atrás sin darse cuenta. Después le diría a Matos y a sus agentes que retrocedió inconscientemente el espacio necesario para que la puerta se abriera.
Mario comenzó a girar el picaporte.
José Carlos miró al suelo; no supo por qué, solamente lo hizo. Al ras del suelo, en el espacio entre este y la puerta, el foco de afuera formaba una pequeña barra de luz. Y desde ahí no se veía ninguna sombra. La mujer no podía estar frente del departamento.
No había sombra alguna.
¿Es que no había nadie afuera?
¿Y lo que Mario estaba viendo?
Pero Mario la había visto dirigirse hacia la puerta del departamento, entonces...
La puerta se comenzó a abrir.
- ¡Espera Mario! - le dijo José Carlos. Pero Mario pareció no haber escuchado nada.
La puerta se abrió.
Y no había nadie afuera.
Sin embargo, tanto Mario como José Carlos sintieron un ráfaga de aire frío que se colaba hacia adentro del departamento. Ninguno de los dos estuvo seguro en ese momento, pero después en la sala apestosa del interrogatorios, José Carlos diría que la ráfaga de aire no los golpeó directamente en la cara, sino que pasó de largo; como si alguien pasara rápidamente, corriendo tal vez, a lado de los dos muchachos.
Ambos jóvenes se miraron intrigados. Mario se asomó y después salió del departamento esperando encontrar a aquella mujer en las escaleras. José Carlos salió también cuidando que la puerta no se cerrara; su amigo estaba en dos escalones abajo espiando hacia el piso inferior. José Carlos se encaminó hacia la escalera que daba a la azotea pero no encontró nada. Ambos se miraron de nuevo pero ninguno dijo nada.
Dejaron pasar el incidente; ya habría mucho tiempo para platicar de eso. eso creían ellos.
Mario se fue y José Carlos se quedó solo en su nuevo departamento. Terminó de sacar unas cosas, mas no acabó esa noche. Dejó libres los espacios en el closet para guardar cajas y maletas. Antes de dormir aseguró la puerta de la entrada y..."
- Me fijé bien esa vez - dijo el joven y el agente Matos miraba con atención y escrutinio cada uno de sus gestos- . La mirilla estaba a la altura de mis ojos. Se lo juro. Incluso toqué con las yemas de mis dedos alrededor de esta esperando..., esperando... No se, tal vez como rendijas o algo así. Pero no había nada. Yo dudé en ese momento, estaba seguro de que había visto esa mirilla en distintas posiciones, pero como ya se lo dije algo me hizo dudar y terminó por convencerme...
"... Tonterías, pensó y finalmente le echó llave a la puerta y se fue a dormir.
Esa noche José Carlos durmió como nunca. Estando en la sala de interrogatorios, con el agente Matos, diría que en un principio le extrañó pues el siempre había sido de sueño ligero. También diría que entre sueños escuchó ruidos en su cuarto, pero por mas esfuerzos que hizo por despertar no pudo hacerlo.
A la mañana siguiente José Carlos se levantó a las ocho de la mañana y se comenzó a alistar para irse a la universidad. Todo fue normal hasta antes de que se metiera a bañar. Una de las ventajas de vivir solo era poder poner música en momento que él quisiera y al volumen que quisiera. Ese iba a ser el primer día en que armaría escándalo desde temprano, oh sí. Tenía una colección de casi ciento veinte compactos, mucho material de donde elegir. Esa mañana comenzaría con algo que le fuera dando fama en el edificio, así que Aerosmith le pareció la mejor opción. Se acercó al mueble donde había colocado su colección, su componente y algunos libros y comenzó a buscar.
Su sorpresa fue mayúscula.
Sus compactos estaban acomodados de distinta manera. Al revés.
Todos los discos de artistas que comenzaban con A estaban hasta el final.
José Carlos se alarmó. Lo primero que le vino a la mente era que alguien se hubiera metido al departamento; aunque sería ridículo que metiéndose alguien se hubiera puesto a jugar en vez de llevarse todo. Revisó todas sus cosas y nada faltaba. El pasador de la puerta y el seguro - y la mirilla- , estaban tal cual los había dejado la noche anterior. Se quedó parado frente a su colección de compactos, viéndolos, tratando de encontrar una respuesta lógica de qué podía a ver pasado. Lo único que atinó a pensar, y que era una verdadera locura, fue que se estaba volviendo sonámbulo, y que esto junto con su manía de mantener todo ordenado había hecho que se parara a media madrugada a volver a acomodar todo nuevamente.
La explicación no lo dejó muy convencido y sin mas se metió al baño.