Una niña de cabellos dorados, prolijamente cuidados por una cinta verde, caminaba por un parque lleno de flores, arbustos, pajaritos de diferentes cantos y colores, que hacían el regocijo de esa pequeña, de apenas diez años. En su mano derecha llevaba un ramillete con flores rojas y amarillas, que serían el deleite de cualquier abejita picarona.
Pero su rostro se llena de asombro, cuando muy cerca de ella, puede observar una enorme mariposa de brillantes colores, con sus alas desplegadas, que por su tamaño cubría varios arbustos del parque. No podía creer lo que veía. Abría y cerraba sus ojos celestes, como buscando una respuesta a la extraña visitante.
Dentro de su asombro escucha una dulce voz que le dice: “Te llevaré a conocer mi jardín, y juntas haremos un viaje maravilloso”. Los pequeños animalitos del parque, rodeaban a la mariposa, sin comprender lo que estaba pasando. La más curiosa fue la ardilla que abandonó su cueva en el tronco de un árbol, para decirle “Por que viniste a nuestro parque”.
Ya no había tiempo para respuestas. La mariposa prepara su vuelo, llevando a la niña con ella.
“No temas”, le dice la mariposa a la niña, “conocerás un mundo fascinante, lleno de dulzura y amor, con una convivencia sin envidias, ni rencores”. “Observarás mientras hacemos el viaje, como es el mundo en que tu vives”. “Pero todo puede cambiar, si hay amor, humildad, comprensión, dejando de lado los rencores y el odio.” La niña no comprendía muy bien el mensaje de la mariposa, y se dejó llevar, sin dudar de la buena fe de su compañera de viaje.
El viaje se realizó con total armonía, sobrevolando ciudades, montes y campos.
A lo lejos escucha una música muy suave, llena de energía, pero con mucha paz. “¡Hemos llegado…., sonríe!” le indica la mariposa.
La niña ya no tiene miedo, ni duda de la calidez del lugar maravilloso que pronto conocerá. El viaje había finalizado y solamente desea no defraudar como huésped, a los dueños de casa.
Llegan a un hermoso jardín, repleto de flores de diferentes colores y aromas. Las mismas están prontas para recibir la visita de las cariñosas abejitas, que en una total armonía, retiran el dulce néctar que llevarán a su colmena.
Le da la bienvenida un simpático escarabajo, deseándole una feliz estadía en el “Jardín del amor”. El picaflor la invita a dar una recorrida por los rosedales. Las hormigas son las encargadas de la limpieza del jardín, llevando todas las hojas caídas, a un viejo pozo destinado a los desechos. El grillo un poco mas curioso le pregunta ¿Cómo te llamas hermosa niña? “Mi nombre es Patricia, y soy la más pequeña de mi seis hermanos”
Al rato un saltamontes vestido de gala, la invita a dar un paseo por el jardín. Tomados de la mano, observan con detenimiento las flores de margaritas, a cuya sombra dormía una vaquita de San Antonio. Tarde agitada y llena de emociones para Patricia, cuando de repente se presenta ante ella un caracol, que recién se había enterado de la presencia de la niña en el jardín. “Si quieres pasear conmigo, lo haré con mucho gusto” le dice el caracol, “Pero sabrás que mi andar es lento, porque llevo conmigo mi pequeño hogar.”
Patricia agradeció la invitación del caracol. El sol se estaba ocultando, pero las eficientes luciérnagas, hacen de la noche el día, con el don de luz, que le regaló Dios.
La pequeña niña muy cansada, se sienta sobre el pasto, junto a un frondoso árbol, que será el centro de atención de todos los animalitos que viven en el jardín.
Esa noche todos rodeaban a Patricia. Las abejas le ofrecieron la miel pura de su colmena, las ardillas le trajeron unas hermosas nueces, los grillos la entretenían con su canto, las hormigas prepararon el lugar de la recepción haciendo la fajina, el tero vigilaba la zona, siendo el escarabajo el maestro de ceremonia.
Cada uno contó su historia, y su papel principal en el jardín. Como siempre la lechuza llegó tarde a la reunión, pidiendo mil disculpas a la homenajeada. El loro fue el encargado del discurso, que con voz pausada, pero clara le dijo: “Toda esta comunidad del jardín del amor, te recibe orgullosa, deseando que tu estadía, sea placentera, que hagas amigos, y que no los olvides. Es por eso que hemos decidido nombrarte la reina de nuestro jardín.”
Patricia no puede hacerse una idea de lo está pasando. Todos esperaban las palabras de ella, que con un nudo en la garganta les dice: “Yo me siento alagada con vuestro nombramiento, pero como Uds. deben suponer este no es mi lugar”,”En esta visita a este jardín maravilloso, pude comprender, que la amistad existe de verdad, que seres muy diferentes entre sí, pueden generar amor incondicional.”
“Solo tengo diez años, pero mi corazón se desborda de emoción, viendo que cuando se quiere, se puede.” Su voz cada vez se apagaba más por la emoción, abrazándolos a todos, les dijo.”Muchas gracias, los recordaré siempre”, quedándose dormida profundamente.
Al otro día se despierta sobresaltada, oyendo la voz de su madre que le dice “levántate Patricia, ya es hora de ir al colegio” Una lágrima y una sonrisa sellan su rostro. Se sienta a tomar el desayuno muy callada, pero decidida a preguntar a su madre: “¿Mamá tu crees en la amistad, entre seres muy diferentes, pero que tienen en común el amor”? “Por supuesto” contestó su madre, “pero a que viene esa pregunta”, -“ya no importa, algún día te lo contaré”.
Toma su mochila, guarda un bizcocho en el bolsillo de su túnica, observa antes de irse el jardín de su casa, cierra sus ojos para recordar por unos instantes lo vivido, y ya no tiene dudas que el verdadero amor existe, solamente hay que saberlo sembrar. Saltando y cantando se dirige a la escuela, que seguramente será tierra fértil, donde deberá comenzar a germinar el amor y la sabiduría que le enseñaron en el aquel jardín maravilloso, de la mariposa viajera.