Respiró profundamente y suspiró estremecida con la brisa gélida de la mañana, la parada del bus estaba aun vacía a tan temprana hora. Estaba nerviosa y confusa por el nuevo reto del día, una entrevista de trabajo era siempre una moneda al aire, no le gustaba pensar así, pero era la verdad. Estaba lejos ya de tener la inocencia de sus primeros días de profesional, donde creía que su buen desarrollo en la universidad y aquella carta de uno de sus catedráticos recomendándola como una persona responsable y eficaz le abrirían las puertas del éxito, ninguna de las dos cosas le habían ayudado en nada y desde su graduación en mitad de la pandemia era un camino tortuoso lo de encontrar trabajo en su área profesional.
Con cada nueva entrevista, el golpe del rechazo y de las falsas esperanzas se hacía mas duro, mas desesperanzador. Quería demostrarle al mundo que era útil, que su profesión lo era todo para ella, que el esfuerzo de sus años de estudio la habían preparado para enfretarse a los retos que se le presenten, que sabía la diferencia entre deber y obligación, que no era una inútil, que se esforzaría en seguir aprendiendo y que daría todo por cumplir sus responsabilidades. Pero aún así, una grieta en el alma se le había abierto pensando si no había elegido mal el camino.
Llegó el bus y paró un par de metros mas adelante, caminó la distancia y subió desganada para enfrentar el nuevo día.
Trataba de levantarse los ánimos.