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En la noche, mientras trataba de conciliar el sueño Luís se preguntaba por que le importaba tanto lo que sentía por ella, a fin de cuentas, era solo cuestión de semántica: una pareja habla, una pareja escucha, una pareja visita, una pareja llama, una pareja besa… ¿acaso no hacían eso los dos? Entonces, ¿por que le hacia falta algo? Al entenderlo Luís se levantó con ímpetu de su cama, algo se retorció en su abdomen cuando pronunció su conclusión: Una pareja quiere… Luís pasó el resto de la noche despierto, con un lápiz y una hoja en la mano, plasmando en ella todo lo que había sucedido en su vida la ultima semana, escribió sus sentimientos, sus fantasías, sus deseos y sus pensamientos respecto a ella, quería que ella se hiciera una idea de todo lo que había pasado los últimos días con él, quería que se enterara por que el “trato” no era de su agrado, quería que se supiera que a pesar de todo eso, se estaba haciendo a la idea de que él y ella no estaban destinados a estar juntos, ni por una eternidad ni por un par de días. 

Luís recibió de mejor gana la mañana del Sábado que las de días anteriores, estaba ansioso por verla, por sentirla, por tocarla, por besarla, pero, estaba mas ansioso por entregarle el manuscrito en el que relataba su aventura en un mundo donde las hormonas dominan a los humanos, y donde ella era el opio del pueblo; tenía un afán desmesurado por escuchar su respuesta, así que se levantó de su cama, se dispuso a salir en busca de la razón de su insomnio, torpemente, entró al baño y solo en ese instante se percató de las pronunciadas y verdosas ojeras que bordeaban sus ojos, no les dio importancia y siguió su camino. 

Fue devastador para él, se sintió ahogado, sintió que sus pulmones se encogían, empezó a tener jaquecas y pudo escuchar los latidos de su propio corazón, la escena lo hizo estremecer, lo obligo a retroceder y a pasar saliva para tratar de quitarse ese amarre en su garganta; siempre había pensado que era inoportuno, pero, esta vez se trataba de un extremo, y no fue sino hasta entonces que Luís comprendió de verdad su situación, que para ella era solo un tipo más, como posiblemente lo sería el que estaba con ella en ese momento; se preguntó si él y ella se veían así, se preguntó si el otro tipo sabia lo que estaba haciendo, o si al igual que él, estaba pensando las cosas de un modo diferente a ella. 

Cansado, Luís empezó a subir las escaleras a paso de tortuga, entró a su cuarto y simplemente se dejo caer sobre su cama, sin inhibiciones ni miedos, empozó a llorar, las lagrimas no se agotarían por un buen rato, para cuando cesaron, de la boca de Luís un susurro se escapó y dejó eco en su habitación, era un grito de guerra… No más… después de eso, Luís miró al techo esta vez con luz de día, sus parpados se volvieron pesados y todo empezó a oscurecerse y por fin, después de días enteros en vela, Luís pudo dormir.

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