La cálida esencia de su humanidad se perdió con el paso de los años, esa figura esbelta que poseía y por la que muchos hombres la miraban con su boca llena de babas, solo era producto del fruto de los años en los que participo en rutinas intensas de gimnasio, ciertas ocasiones odiaba la fama alcanzada por la escritura, si en el pasado la molestaban diez chicos de los cuales unos cuantos pasaron a ser parte de su vida amorosa y privada, ahora quitarse las gafas en una playa requería presenciar la mirada de por lo menos cien hombres de los cuales más de la mitad venía con sus malas intenciones pero no podía entregarse a todos; que pensarían sus amigos, no podía ser tan fácil, era valiosa para la sociedad, sabía que los hombres se derretían por ella, lo disfrutaba en lo más profundo, debió abstenerse de ser la chica mala durante ocasiones para no levantar sospechas de ser una bruja pero Valentine pensaba: a quien no se le escapa un pecado de vez en cuando, vale no todo el mundo puede ser un santo.
Sentada de nueva en el barco donde el aire le levantaba el vestido y dejaba ver un traje de baño rojo, percibió la mirada del capitán que llevaba examinándola más de lo normal toda la mañana, pero un hombre pensionado no llamaba la atención de la joven, el dinero no era necesario, de esos lingotes dorados ya dormían muchos en su bóveda privada, giro la cabeza a la derecha para ver a una mujer que arrojaba en el instante una hamburguesa a medio comer y recordó esas noches en su casa cerca de la cumbre, en donde tuvo que acostarse solo con sus sueños, porque la pobreza no le permitía darse un lujo tan caro como lo era el de comer todos los días. Vino a enterarse que las personas comían tres veces al día cuando logro firmar su primer contrato con la editorial y todo cambio…