Cuando llegaron fue tras Felipe, quien daba por hecho que no se podía hacer nada mas, pues su esposa había expirado, y lo confirmaron los llantos sordos que deambulaban despacito con la gente de toda la casa. En la habitación, se podían ver los vestigios de sangre, todavía caliente, que cubría todo el piso, Felipe azorado y pálido, se quedó paralizado ante tal espectáculo, sin poder articular una sola palabra, no se dio cuenta de que el viejo, con un leve empujón, le hizo a un lado, y se dirigió donde estaba el cuerpo exánime de Ana Cristina.
* Ya es demasiado tarde doctorcito -. Dijo la anciana india que hacía parir a las vacas, yeguas y mujeres del rancho.- La niña ya se murió.
Nunca es tarde,- dijo el viejo doctor, sin presentar ningún síntoma de alcoholemia, como si no hubiera probado una sola gota de alcohol. Fue directamente donde estaba acostada ella, de su baúl sacó varios frascos, y le colocó un emplasto en la frente mientras susurraba algo quedamente, un olor a flores recién podridas llenó el cuarto. En pocos segundos el rostro del viejo empezó a transfigurarse, como si su esencia vital estuviera siendo succionada en medio de sudores lacrimosos y temblores armónicos. Felipe estupefacto no podía dar un paso del umbral de la puerta, caso contrario hubiera sacado a patadas al viejo doctor charlatán, que hasta hace poco estaba cayéndose de borracho, y en ese momento se vestía de Dios, de brujo, de divinidad, al querer resucitar a su mujer. De modo que en el momento que pudo dar el paso inicial para realizar su cometido, su esposa empezó a toser, y el médico, en violenta sacudida, se desprendió de su mano y quedó jadeante junto al lecho, había perdido mucha sangre, y estaba débil, de algún modo le había dado parte de su propia energía, de su propia vida, era algo que traía en mente, de forma teórica, desde mucho antes, pero que no había tenido la oportunidad de demostrase a sí mismo en la práctica. Fue un triunfo personal. Felipe no daba crédito a lo que estaba viendo, cuando Ana Cristina abrió los ojos y preguntó dulcemente por su hija.