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La mañana en que Nito se marcho, Seleste supo que no lo volvería a ver, y la soledad sería su compañera. Pero al escuchar los mensajes, que Nito le dejo, supo tolerar con entereza la ausencia del hombre que amaba.

En los últimos días su fortaleza comenzó a hacer agua, le costaba soportar la desaparición de Nito, quizás fuera por la proximidad del parto.

Sabía que necesitaba ayuda, decidió, que para estos temas referidos a la soledad, solo Sylbya, la mujer que vivía en retiro podría ayudarla.

A pesar de la distancia que se encontraba la casa,  lo avanzado de su embarazo, con la determinación inquebrantable, cuando se proponía algo, partió hacia la más alejada casa de La Playa.

Al llegar Sylbya, estaba luchando contra las hormigas, una batalla que al parecer perdería a pesar de todos sus esfuerzos. Estoy tan sola que mi única compañía son mis enemigas – dijo sin reparar en la llegada de Seleste.

Bueno ahora tenes mi visita –le exclamo Seleste- macera estas hierbas con agua del mar y ajo, y las hormigas no volverán. Sylbya alzo la vista, por primera vez en dos años veía a una persona, Discúlpame, no te oí llegar ¿quién sos?

Seleste le contó que conocía su historia, que todos hablaban de ella, y nadie se animaba a venir verla, por la creencia, que no debían perturbar su decisión de recluirse.

Si talvez yo también no aclare las cosas, pero realmente me hubiera gustado, que me visitaran, por eso estoy sorprendida con tu llegada, a que has venido.

Te necesito, no me aguanto la soledad.

Como te puedo ayudar, yo tampoco me la aguanto, no sé si voy a usar tu espanta hormigas, ¿con quien voy a hablar?

Vos sabes más que nadie sobre la soledad,  te necesito, no quiero dar a luz a mis hijos, con esta angustia, que los convertiría en solitarios,  para solitarios estamos nosotras, no te parece.

Es que no sé que hacer, que decirte.

Lo sabrás, sé que lo sabrás una mujer como vos tiene las respuestas a mi soledad.

Seleste como siempre, con su determinación sacaba de todos lo mejor de sí, aunque no supieran que eran capaces, Sylbya sintió la mirada de Seleste en el hueco de su corazón solitario, volvió a creer en si misma, alguien otra vez necesitaba de ella, se sintió confortada, y dispuesta a expulsar a las hormigas de su jardín.

Las dos mujeres unidas por la ausencia de los hombres que amaban, comenzaron a arroparse entre sí,  los glaciares de soledad, que colgaban de sus almas comenzaron derretirse.

Seleste le fue desgranando su vida, ocultando como siempre lo hacia, la identidad de sus progenitores,  también le contó la infancia,  el dolor por la falta de la figura paterna, la muerte repentina de su madre,  la decisión de vivir en el lugar en que havia nacido, como llego guiada por las estrellas, esas que desde muy chica fueron las compañeras inseparables en noches de ausencias y dolor.

Luego de una pausa profunda, y sosteniendo la mirada, esforzándose para no humedecer los ojos, comenzó a hablar del mágico instante, cuando cruzaron miradas y vidas con Nito, o el día que tratando de crear un trago, escuchando música terminaron enamorándose.

Sylbya escuchaba atentamente, tocándose la tersura de la piel de la cara, buscando que afloraran las arrugas, como en tiempos idos, pero su cutis permanecia lozano como el de una adolescente.

Seleste termino, contando como Nito se escapo de su vida sin quebrarse.

Sylbya la miro largamente, soportando la mirada profunda de Seleste, que poco a poco se recobraba del dolor. Causado por la evocación de los recuerdos atesorados durante los últimos nueve meses.

Ambas pestañaron al mismo instante, y cortaron por una segundo esa comunión que las llevo, al conocimiento de sus propias almas, supieron que serian amigas inseparables, aunque jamás volvieran a encontrarse.

Sylbya sonrió de felicidad, como la última vez cuando, Carlos Lapena se marchaba, antes de hacerles las muecas, que la condujeron por los caminos de un amor imposible, y la soledad posible.

Suspiro profundo como para darse aliento, comenzó a hablar –Tenes unos ojos muy lindos – que tienen de lindos –respondió Seleste. Más que tus ojos –continuo la antigua chica de la callecita- es tu mirada, como si siempre estuviera buscando mas allá, diría que tu mirada es el futuro.

Siempre hay que mirar hacia delante, sino como continuas, contesto Seleste tratando de conducirla para otro lado.

Si, mirar para adelante, al futuro, es una manera de esconder tu pasado, ese secreto que no queres develar, en otros tiempos me hubiera costado muchas arrugas conocerlo.

Seleste comprendió que había bajado mas sus defensas de lo imaginado – seguramente también te hubiera ocupado todo tu corazón, quédate tranquila mi secreto jamás, se lo contare a nadie, solo lo sabrán aquellos que deben saberlo,  él tiempo hará que lo sepan.

Las mujeres volvieron, a contemplarse con cierto dulce dolor, Sylbya supo que esa barrera jamás la podría traspasar, volver sobre el tema significaría perder a Seleste para siempre.

Sylbya, volvió a mirar Seleste, la acaricio con la mirada y le dijo –Desde que naciste siempre te falto alguien, pero también siempre  tuviste alguien,  a tu madre, te falto el padre, cuando falto ella encontraste la playa. Seleste interrumpiendo -Playa Paz como la bautice.

Boris y Félix aceptaron –respondió Sylbya extrañada- A Félix le costo pero ese viejito duro es muy sensible aunque no lo parezca.

Sylbya pensó para sí, que en estos dos años de ausencia, al parecer algunas cosas cambiaron en la aldea, evidentemente Seleste tenia la responsabilidad de estos cambios.

Bueno –dijo Sylbya – luego amaste a Nito, te dejo el fruto de ese amor para que no estés sola, además tu espíritu es lo suficiente fuerte para soportar todo aquello que la vida ponga delante de ti, vos nunca vas a estar sola. Podrás decirme esto pero me siento sola, Nito no esta, nadie me cobija de noche, ni acaricia de mañana o va estar a mi lado cuando nazcan los chicos.

Todo es verdad–dijo Sylbya, tratando de encontrar las palabras- pero mírame a mí, tenia un don, calmaba las desdichas ajenas,  eran mis compañías, mis arrugas me daban alegría, ahora no las siento, al hombre que amo lo vi una vez, nunca sentí el calor de su piel, jamás lo tuve, ahora estoy aquí, sola tratando de no secarme por dentro, y que las únicas arrugas que tenga sean de mi agriedad. Esto es la  soledad, no tener a nadie, no poder recordar, al hombre amado por su sabor, no tener ningún recuerdo, solo una vaga y efímera evocación, de unas muecas que me llevaron a esta enorme tristeza.

No poder rememorar aunque fuera una sola noche de amor, o tan siquiera atesorar una reseca rosa, que hubieran tocado sus desdos, esto es la soledad, querida Seleste, a vos te podrá faltar tu amor, sufrís por ello, pero sola, no estas sola, te lo aseguro, y nunca te deseo ni la mitad de mi soledad.

Las palabras de Sylbya, sacudieron a Seleste desde lo más profundo de su ser, la miro con comprensión y gran pena, a la mujer que le estaba dando una lección de vida. Cuando sintió un líquido, que se le derramaba, - rompí bolsa exclamo- mientras él líquido se vertía entre sus piernas.

Sylbya perdió la compostura, gritando desaforadamente, que no sabría que hacer,  todos estaban demasiado lejos, para ayudarlas.

Seleste, tratando de modular la respiración,  con una calma digna de un monje shaolin, le dijo –Cálmate no vas a estar sola, Minita va a venir, la vas a tener que ayudar.

Al terminar la frase Minita aparecio por la puerta, acaricio y beso a Sylbya, y los dos años de ausencias se esfumaron, luego tomo con determinación a Seleste y le dijo –los mellizos deben nacer en el mar. ¿En el mar? Pregunto sorprendida la parturienta –si, -fue la seca y corta respuesta- vos naciste en la arena estos deben nacer en el mar, los próximos nacerán en el aire.

Ninguna de las dos mujeres se animaba, siquiera a contradecir el mandato matriarcal.  Así las tres se encaminaron hacia las aguas de la playa, al llegar, Minita acomodo a Seleste en las cálidas aguas.

Toni Tanzola que se encontraba por el lugar, al ver el movimiento, se acerco y desplegó su arsenal ambulante de telas y pinturas, comenzando a retratar todo aquello que sucedía,

Sylbya se sentía un tanto obnubilada por los acontecimientos, muy feliz por colaborar en el segundo nacimiento en Playa Paz, esa enorme alegría comenzó a desbordar por sus ojos, fueron cayendo al mar y cada lagrima derramada, por la mujer del cutis inmarchitable, al tocar la salada agua de mar, la fue convirtiendo en agua cristalina y pura.

Ahora entiendo por que estabas acá Sylbya –exclamo Minita y luego sentencio- la vida te ha dado otro don.

Sylbya no paraba de llorar de felicidad, poco a poco toda el agua del  mar se transmutaba, en diáfana y pura agua de manantial.

A Seleste, los dolores del parto le producían un extraño dulzor gozoso en sus entrañas, mientras pujaba, tratando de liberar sus hijos, miraba el brillante cielo colmado de estrellas como jamás se vio,  gritaba allí están las estrellas que me guiaron hasta aquí, Sylbya y Minita, miraron al cielo,  solo vieron las luces estelares, como cualquier otra noche, -ustedes no saben ver el cielo- les dijo Seleste- mientras comenzaba a asomar una de las cabecitas.

Ahí se están formando las constelaciones de mis hijos, aunque miren no las verán ustedes no saben ver –volvió a exclamar-

Minita pensó en el delirio producto del dolor, comenzó a tirar para sacar el primer cuerpecito, Sylbya no paraba de llorar, purificando las saladas aguas, Toni continuaba dando rienda suelta a su inspiración, creando sin saberlo un nuevo estilo pictórico,  creando la más grande obra de la historia de la humanidad.

El varoncito, termino de nacer flotando en las milagrosas aguas, Minita lo tomo,  lo coloco sobre el vientre, ahora vació de Seleste, junto a su hermana, las tres mujeres se abrazaron con sus miradas.

Toni Tanzola el otrora predicador, comprendió que aquello que presenciaba, era como estar viendo a Dios a la cara,  que el verdadero Dios, como alguna vez le dijo Félix, era aquello que te daba felicidad.

El ahora pintor, se acerco a Seleste y Sylbya, les dijo con mucha ternura -este es un regalo para ustedes-.

Comenzó a dibujar en esas aguas aun traslucidas, las caras de Nito y Carlos Lapena, ambas mujeres se sintieron arropadas por sus amores ausentes, mientras se desdibujan los retratos por La acción de las pequeñas olas.

En la silenciosa y luminosa noche comenzó a escucharse la voz de Nito cantando “Hoy que un hijo hiciste, cambia ya tu mente... Seleste gritando como aquel amanecer en el bar, el día en que Nito se marcho, - ya lo sabes mi amor, donde estarás, te amo, no me dejaste sola.

Encabezados por Boris y Félix, comenzaron a llegar todos los habitantes de Playa Paz, desde su fundación sin lugar a dudas, este fue el día más importante en la playa.

Seleste en el agua aun cristalina, con los mellizos, cada uno a un lado, se quedo viendo a los viejos fundadores, que miraban a los bebes con profundo amor, les dijo –álcenlos así puedo caminar.

Aquellos hombres que jamás tuvieron un recién nacido en sus brazos, los tomaron con suma delicadeza, Boris alzo a la niña, que si bien tenia un gran parecido a Seleste y Nito, poseía esa aura de esperanza, bondad, optimismo, tan evidente en Boris, en cambio el machito, también conservaba los rasgos de los padres, pero su rostro entreveía, la tozudez, los caminos del ocultamiento de los verdaderos sentimientos, al igual que Félix.

Ambos se miraron, Félix nunca tubo dudas, pero esto era la confirmación mas absoluta de sus sospechas, Boris en cambio, ato un cabo mas, en el camino de descubrir el secreto mejor guardado de Playa Paz.

Como se llamaran pregunto Minita. Seleste miro a quienes acunaban a sus bebes, y les dijo –ustedes les pondrán los nombres, es un derecho que les corresponde.

Ambos se volvieron a mirar, sabiendo que los dos aceptaban. –Se llamara Rojelio como mi padre – dijo Félix rápidamente.

Boris miro sorprendido a Félix, sabia casi todo de el, pero nunca hablaron del padre. Se llamara Carla en honor a mi padre, que murió para que este sueño existiera.

Despaciosamente todos formaron un cortejo de nacimiento, detrás de Seleste y los niños, Toni Tanzola seguía pintando, en el cielo brillaban mas estrellas más que nunca, aquel que supiera ver, ubicaría las constelaciones de Rojelio y Carla.

Sylbya volvió a sentir que toda su inmensa soledad, sirvió para vivir ese momento de felicidad colectivo.

Seleste, se sintió aliviada, Nito a su manera la acompaño en el parto, aquellos que debían saber su secreto, lo estaban descubriendo.

Octubre 2004
Tomas Buendía

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