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Las mujeres volvieron, a contemplarse con cierto dulce dolor, Sylbya supo que esa barrera jamás la podría traspasar, volver sobre el tema significaría perder a Seleste para siempre.

Sylbya, volvió a mirar Seleste, la acaricio con la mirada y le dijo –Desde que naciste siempre te falto alguien, pero también siempre  tuviste alguien,  a tu madre, te falto el padre, cuando falto ella encontraste la playa. Seleste interrumpiendo -Playa Paz como la bautice.

Boris y Félix aceptaron –respondió Sylbya extrañada- A Félix le costo pero ese viejito duro es muy sensible aunque no lo parezca.

Sylbya pensó para sí, que en estos dos años de ausencia, al parecer algunas cosas cambiaron en la aldea, evidentemente Seleste tenia la responsabilidad de estos cambios.

Bueno –dijo Sylbya – luego amaste a Nito, te dejo el fruto de ese amor para que no estés sola, además tu espíritu es lo suficiente fuerte para soportar todo aquello que la vida ponga delante de ti, vos nunca vas a estar sola. Podrás decirme esto pero me siento sola, Nito no esta, nadie me cobija de noche, ni acaricia de mañana o va estar a mi lado cuando nazcan los chicos.

Todo es verdad–dijo Sylbya, tratando de encontrar las palabras- pero mírame a mí, tenia un don, calmaba las desdichas ajenas,  eran mis compañías, mis arrugas me daban alegría, ahora no las siento, al hombre que amo lo vi una vez, nunca sentí el calor de su piel, jamás lo tuve, ahora estoy aquí, sola tratando de no secarme por dentro, y que las únicas arrugas que tenga sean de mi agriedad. Esto es la  soledad, no tener a nadie, no poder recordar, al hombre amado por su sabor, no tener ningún recuerdo, solo una vaga y efímera evocación, de unas muecas que me llevaron a esta enorme tristeza.

No poder rememorar aunque fuera una sola noche de amor, o tan siquiera atesorar una reseca rosa, que hubieran tocado sus desdos, esto es la soledad, querida Seleste, a vos te podrá faltar tu amor, sufrís por ello, pero sola, no estas sola, te lo aseguro, y nunca te deseo ni la mitad de mi soledad.

Las palabras de Sylbya, sacudieron a Seleste desde lo más profundo de su ser, la miro con comprensión y gran pena, a la mujer que le estaba dando una lección de vida. Cuando sintió un líquido, que se le derramaba, - rompí bolsa exclamo- mientras él líquido se vertía entre sus piernas.

Sylbya perdió la compostura, gritando desaforadamente, que no sabría que hacer,  todos estaban demasiado lejos, para ayudarlas.

Seleste, tratando de modular la respiración,  con una calma digna de un monje shaolin, le dijo –Cálmate no vas a estar sola, Minita va a venir, la vas a tener que ayudar.

Al terminar la frase Minita aparecio por la puerta, acaricio y beso a Sylbya, y los dos años de ausencias se esfumaron, luego tomo con determinación a Seleste y le dijo –los mellizos deben nacer en el mar. ¿En el mar? Pregunto sorprendida la parturienta –si, -fue la seca y corta respuesta- vos naciste en la arena estos deben nacer en el mar, los próximos nacerán en el aire.

Ninguna de las dos mujeres se animaba, siquiera a contradecir el mandato matriarcal.  Así las tres se encaminaron hacia las aguas de la playa, al llegar, Minita acomodo a Seleste en las cálidas aguas.

Toni Tanzola que se encontraba por el lugar, al ver el movimiento, se acerco y desplegó su arsenal ambulante de telas y pinturas, comenzando a retratar todo aquello que sucedía,

Sylbya se sentía un tanto obnubilada por los acontecimientos, muy feliz por colaborar en el segundo nacimiento en Playa Paz, esa enorme alegría comenzó a desbordar por sus ojos, fueron cayendo al mar y cada lagrima derramada, por la mujer del cutis inmarchitable, al tocar la salada agua de mar, la fue convirtiendo en agua cristalina y pura.

Ahora entiendo por que estabas acá Sylbya –exclamo Minita y luego sentencio- la vida te ha dado otro don.

Sylbya no paraba de llorar de felicidad, poco a poco toda el agua del  mar se transmutaba, en diáfana y pura agua de manantial.

A Seleste, los dolores del parto le producían un extraño dulzor gozoso en sus entrañas, mientras pujaba, tratando de liberar sus hijos, miraba el brillante cielo colmado de estrellas como jamás se vio,  gritaba allí están las estrellas que me guiaron hasta aquí, Sylbya y Minita, miraron al cielo,  solo vieron las luces estelares, como cualquier otra noche, -ustedes no saben ver el cielo- les dijo Seleste- mientras comenzaba a asomar una de las cabecitas.

Ahí se están formando las constelaciones de mis hijos, aunque miren no las verán ustedes no saben ver –volvió a exclamar-

Minita pensó en el delirio producto del dolor, comenzó a tirar para sacar el primer cuerpecito, Sylbya no paraba de llorar, purificando las saladas aguas, Toni continuaba dando rienda suelta a su inspiración, creando sin saberlo un nuevo estilo pictórico,  creando la más grande obra de la historia de la humanidad.

El varoncito, termino de nacer flotando en las milagrosas aguas, Minita lo tomo,  lo coloco sobre el vientre, ahora vació de Seleste, junto a su hermana, las tres mujeres se abrazaron con sus miradas.

Toni Tanzola el otrora predicador, comprendió que aquello que presenciaba, era como estar viendo a Dios a la cara,  que el verdadero Dios, como alguna vez le dijo Félix, era aquello que te daba felicidad.

El ahora pintor, se acerco a Seleste y Sylbya, les dijo con mucha ternura -este es un regalo para ustedes-.

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