¿Cómo es posible que la persona que más te ha querido en esta vida, sea la culpable de tu muerte? Eso es lo que me está ocurriendo a mí en estos momentos. Laura ha sido el gran amor de mi vida. Sé a ciencia cierta que me ha querido más de lo que jamás podrá querer a nadie. Sin embargo ahora me está matando.
Pero Laura no es ninguna asesina, no lo entendáis mal. Es seguro que ni siquiera es conciente de lo que me está ocurriendo. No obstante la única responsable de que yo muera, es ella. Mi vida está completamente en sus manos. Aunque ella no lo sepa. Aunque ella no lo entienda. Pero es la única que puede evitar mi final, es la única que puede conseguir que siga viviendo.
Desde hace tiempo mi mundo ha sido borrado poco a poco. Cuando todo empezó no podía creerlo, quedé patidifuso. Pero las cosas que me rodeaban empezaron a desaparecer. Ahora no vivo más que en un espantoso desierto, sin vida, sin más recuerdos que yo mismo. Es cuestión de tiempo que, también yo, sea borrado. Que también yo sea olvidado. Pero no podía entenderlo. ¿Creí que viviría para siempre? ¿Por qué ahora ha comenzado a olvidarme? ¿Por qué después de tanto tiempo?
Si, estoy muriendo como digo. Muero, por que Laura me está olvidando. ¿Pero como es eso posible?, os preguntareis. La gente no muere porque se deje de pensar en ella. Quizás tengáis razón, ¿quien sabe? Pero yo no soy una persona. Al menos no el concepto que se tiene normalmente de persona. Esto no quiere decir que no esté vivo, que no sienta, que no sufra. Vivo dentro de Laura. Soy un recuerdo suyo. O mejor dicho, soy el recuerdo de Lucas que Laura ha ido creando y que aún conserva. Digo que soy un recuerdo de Lucas, y no digo que soy Lucas; aunque tenga su misma apariencia. No soy el verdadero Lucas, sino un Lucas visto por una persona distinta. Por Laura. Soy un Lucas idealizado, más perfecto, más cariñoso, más bondadoso. Mejor, en todos los aspectos, de lo que jamás hubiera sido el propio y verdadero Lucas. Pero ahora, por algún motivo desconocido, estoy siendo olvidado.
Miro el desierto de mí alrededor. La nada más absoluta se extiende a todos los puntos en los que fijo mi mirada. De pronto recuerdo unas palabras que el verdadero Lucas dijo a Laura en una ocasión: “Por ti sería capaz de cruzar el desierto”. Esas palabras retumbaron en aquel vacío. Quizás no todo estaba perdido. Aquellas palabras eran un recuerdo de Laura. Quizás aquello fuera una prueba. Debía probar que la seguía queriendo, para que ella no quisiera olvidarme. Para que ella siguiera queriéndome. Aunque el verdadero Lucas hiciera mucho tiempo que la había abandonado. Pero yo seguía queriéndola con locura. Odiaba que me olvidara de aquel modo.
Así que, sin importar la dirección emprendí el camino en busca del amor que Laura aún podía sentir por el verdadero Lucas. Quizás de ese modo, yo no desparecería. Caminé…, caminé… y seguí caminando. No entendía como su mente podía estar tan vacía. No podía entender como había podido olvidar todos los recuerdos de Lucas. Todos los lugares que habían visitado juntos, todas las vivencias, todos los besos, todas las caricias, todas las alegrías y todas las tristezas. Ni siquiera oía con claridad el triscar de mis propios pies. Su mente parecía haberse quedado totalmente vacía. ¿Había borrado sólo los recuerdos que tenían que ver conmigo, o lo había hecho con todos los recuerdos de su cabeza? Aquella idea me hizo estremecer de pies a cabeza.
Debía encontrar cualquier recuerdo, el que fuera. No quería creer lo que acababa de imaginar. Ya me había colado frugalmente en alguna ocasión en otros recuerdos que no eran exactamente los de Lucas. Pero es lo que tiene la mente humana, que mezcla unos hechos con otros, e incluso inventa y retoca lo que realmente ha percibido. Ahora poco me importaba encontrar un recuerdo real o ficticio, de Lucas o ajeno. Tan sólo debía encontrar un recuerdo. El que fuera.
Los recuerdos también nos agotamos, y después de estar caminando todo el día por aquel desierto rodeado de nada, estaba exhausto. Estuve a punto de tirar la toalla y rendirme a la evidencia. Allí no había nada. Mis sospechas se estaban cumpliendo. No era yo el único que se estaba muriendo. Laura también estaba muriéndose. Por eso desaparecían todos sus recuerdos. Una lágrima saltó de mis ojos. La quería con locura. Nunca dejé de hacerlo, nunca dejaré de quererla. Sé que no puedo elegir otra cosa. Sé que Laura recuerda a Lucas por el amor que siempre le demostró. Hasta el último momento. A pesar de haberla abandonado. Nunca dejó de mostrarle el amor que parecía sentir Lucas hacia ella, Y eso me había mantenido con vida durante todos estos años. Entonces la vi.
Era una gran cueva con una entrada muy estrecha. Conocía aquella cueva, la había visto anteriormente. Hasta una parte de mí había vivido encerrado en aquel oscuro lugar. Era el lugar al que iban sus recuerdos reprimidos. Decidí entrar a pesar de lo incómodo del acceso. Sentí un extraño alivio al ver que no había aumentado en exceso los recuerdos, encerrados en aquel lugar, desde mi última visita. Pero eso también quería decir que no había tratado de olvidarme, sino que realmente me estaba olvidando. El hecho de que esos recuerdos aún estuvieran ahí, hizo que se me hiciera un nudo en la garganta y mi estómago comenzara a acidular. Quizás no se estuviera muriendo. Quizás me había olvidado de verdad. Al fin y al cabo, sus recuerdos vergonzosos y dolorosos, aún estaban ahí. No supe como sentirme. Pero, para ser sincero una parte de mí se sintió dolido. Reprochaba que me olvidara y siguiera con su vida. En eso, era completamente distinto al verdadero Lucas. El verdadero Lucas dejó una carta antes de morir, en la que le pedía por favor que lo olvidara. Que emprendiera una vida nueva. Que fuera feliz. Yo no era tan fuerte, en eso lo envidio.