Paula siempre está en el pinar, fue concebida allí, sus fiestas de cumpleaños se celebraron entre sus árboles y a su primer amor se lo llevó al pinar y le entregó su virginidad; todos los días acude para tumbarse en la arena, entre trozos de piñas abiertas, hormigas, escarabajos, hojas secas, arbustos, algo de hierba y ve la cima de los árboles, resquicios de cielo, como el Sol atraviesa el ramaje para introducir su calor a la tierra fragmentándose sus rayos, produciendo brillos diagonales, acariciándola e internándose la energía que transmite por cada poro de su piel, aquella es su droga, droga que le suministra la madre natura, droga con la que experimenta la emoción de la paz, el reposo, la calma, se sume en un trance donde sus sentidos atrofiados se despiertan a un mundo en el que la percepción aumenta y descubre los sonidos que encierra aquel pinar, oye con más intensidad los diferentes cantos de pájaros, ve cada vena de las hojas y su pulso, huele el aire fresco que la rodea y se embute en sus pulmones, al tocar los troncos puede trasladarse a vidas anteriores cuando ellos, su amor, sus pinos, aún eran jóvenes y paladea la sal que proviene del mar que está tan cerca.
Después se levanta y camina hacía el norte entre bajadas y subidas del terreno, hasta volver a ascender definitivamente, cuando llega a la cumbre ésta está coronada de una extensión de dunas, se da la vuelta y otea el manto verde que cubre el pinar siendo las copas de éstos los que lo tejen, es una imagen que siempre lleva grabada en el laberinto que forma su cerebro, vuelve a voltearse y se queda parada en las dunas, observa como si fuera la primera vez los dientes de león, los huele, los toca y los besa para conservar su aroma, su textura, su sabor... La arena es fina, tanto que cuando deja caer un puñado desde su mano, ésta lo hace lentamente volando hacía donde la lleva el viento, como pequeñas pepitas de oro brillante que al caer vuelven a fundirse a sus semejantes formando un todo, sus ondulaciones son fotogramas de un mar petrificado a la espera del final que puede que no esté tan lejos.
Aún desciende y pisa otra arena repleta de otras pisadas, de neumáticos enormes que dejan un camino a seguir. Sigue recta para encontrar a esa misma arena transformada en otra de diferente color, más oscura, más pastosa y más gruesa, efecto provocado por el mar que muere en ella y la posee y transforma, es una amante fiel que cada seis horas se retira para retroceder y dejarla respirar, la marea baja y como si emergieran aparecen los corrales, piedras que esconden vida, casa para cangrejos que la habitan, camarones que bucean en pequeñas lagunas, gaviotas que se alimentan de ellos, que pasean por la orilla y alzan el vuelo ligeras si alguien se les acerca, personas que mariscan y levantan piedras buscando al inquilino, padres que llevan a sus hijos y estos atrapan camarones diminutos. Para Paula aquel corral se había convertido en un zoo que visitar y observar las especies de aves, peces, crustáceos que quizás dentro de unos años ya no existirán por la explotación masiva.
Paula cayó de rodillas sobre la arena y sus lágrimas derramadas formaban círculos en tres dimensiones sobre la semiplaneza de aquella superficie, se quedó así mucho tiempo hasta que su lluvia se unió perdiendo su forma primaria, al mirarlas se dio cuenta de que el Sol había comenzado su descenso, un esbozo de sonrisa fue su primera reacción, luego se sentó con las piernas casi dormidas por aquella postura incómoda que había mantenido y contempló aquel fenómeno que casi nadie se molesta a mirar, los cambios cromáticos del cielo eran un juego de magia, por encima del Astro Rey comenzaba la oscuridad, a derecha e izquierda el azul desaparecía para dar la bienvenida a tonos anaranjados, dorados y rojizos y en el mar en la semioscuridad aquella bola de fuego iba extinguiéndose hasta no quedar nada de ella; lo que más le fascinaba a Paula era que cada atardecer era diferente, nunca se repetía las formas que adquieren los rayos, el color y la intensidad, el juego de luces, cada día es un nuevo espectáculo que va rotando y ella rotando tras él siempre en su búsqueda.
En la casi absoluta oscuridad Paula camina ligero, aún no es verano y los focos de aquella zona no funcionan, por el camino se encuentra a José, un hombre mayor aficionado a la pesca, deja su caña clavada en la orilla, se sienta en su silla de playa, pone la radio y a la hora donde termina un día y comienza otro sintoniza un programa de radio donde la gente llama contando sus problemas, compartiendo su soledad con los oyentes que en su mayoría también están solos, hay historias muy duras, sobre drogas, infidelidades, complejos, autoestimas derrumbadas; la voz de la locutora es suave, con un ritmo constante, cadencioso, resulta hipnótica, José imagina su rostro, su cuerpo y crea su mujer ideal, entre estas fantasías despierta para mirar su caña y comprueba que aún no se ha movido, de repente se acuerda de la jovencita que pasó hace horas y se pregunta que haría de noche sola en la playa.