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Antonio se levantó de la silla con agilidad paquidérmica, era una noche tranquila y el televisor anunciaba el inicio del noticiero, prefirió apagarlo,  la vivienda se llenó de silencio. Caminó hacia el baño sin afán, realmente no existía motivo para apresurarse. Sonó el teléfono, lo pensó un momento antes de decidirse a contestarlo.

- ¿Aló? – Preguntó con dejadez.

- Buenas noches, ¿El señor Tomás? – Preguntó una agradable y aterciopelada voz femenina.

- No, esta equivocada.

- Disculpe señor – Dijo la mujer al otro lado del teléfono antes de colgar.

Caminó al baño nuevamente, era parte del ritual nocturno previo a la lectura obligada de la noche, sin embargo el teléfono le exigió nuevamente romper su camino y regresar para contestarlo.

- ¿Diga? – No hizo ningún esfuerzo para ocultar su impaciencia.

- El señor Tomás por favor. – La misma voz de antes irrumpió en su oído a través del auricular.

- Mire, está equivocada – respondió con decencia.

- Discúlpeme nuevamente, pero… - La voz dudó un momento - ¿Ese es el 343252320?

- Sí señorita, pero acá no vive ningún Tomás.

- Pero es el dato que tengo, ¿Usted no conoce a ningún Miguel Tomás? – La mujer tenía la esperanza de hallar una respuesta afirmativa.

- No, lamento no poder ayudarla, que pase una buena noche – Respondió con la clara intención de terminar la conversación.

- Está bien señor, muchas gracias.

Por fin la llamada había terminado, por que son eternos los minutos cuando hacemos algo que no nos interesa en absoluto. No pudo evitar pensar en la curiosidad de un pequeño detalle, su nombre era Miguel Antonio, si la mujer le hubiera preguntado por Miguel, él probablemente hubiera tomado la llamada como si fuera suya, sin considerar ésta como equivocada, por lo menos al inicio.

Entró al baño sin contratiempos, miró al espejo y observó al hombre maduro que tenía en frente, sonrió ligeramente notando con diversión como hacía lo mismo aquel reflejo. “¿Y si yo fuera el reflejo?” Pensó mientras su rostro se transfiguraba con diferentes gestos, no pudo evitar reírse de sí mismo.

- ¿Sabes? – le dijo a su imagen en el espejo. - Recibí una llamada para un tal Miguel Tomás, podrías ser tú - Rió abiertamente y el baño se llenó con el eco festivo de su carcajada.

- Que curioso – Contestó el reflejo en el espejo independizándose de la expresión de sorpresa y miedo congelando cualquier sonido que pudiera nacer de Antonio – También acabo de recibir una llamada equivocada que era para ti.

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