-¿Cómo estas hoy Pepe? Tan guapo como siempre.
Desde su jaula, su canario amarillo la miraba, dando saltitos de acróbata de un lado a otro, comenzó a piar una sonora melodía que parecía dirigida a alegrar un día más la vida de Eulalia.
- Que pelos tengo, ¿Crees que debería hacer algo para mejorarlos? Creo que da igual, si tú pudieras hablarme ¿Sabes? Eres mi único amigo. Las personas no quieren comprender...
Eulalia era una mujer que no sabía exactamente la edad que tenía, nunca quiso casarse y tuvo un novio con quien sí iba a hacerlo, pero la Guerra Civil se llevó al frente a su Paco donde perdió la vida. Paco no tenía ideales políticos y a lo único que aspiraba era a tener una vida normal junto a ella.
Eulalia pensaba mucho en esa guerra que truncó sus vidas, pensaba en lo absurdo de todas ellas, en los soldados que como su Paco, habían dejado sus vidas en el campo de batalla, sin saber por qué ni para qué.
-¡Pepe! Voy a comprar, enseguida vuelvo.
Pepe inquieto la buscaba sin encontrarla, ya había salido. En pocos minutos regresó, con huevos, leche, pan y unos pastelitos de chocolate rellenos de nata, lo ordenó todo en la cocina y se dirigió a su canario amarillo.
-¿Has visto como he tardado poco? Ahora ya sabes lo que vamos a hacer.
La costumbre de todos los días era sacar a Pepe de su encierro para que volara a sus anchas, cerrando antes todas las ventanas. Estuvo observándolo, se conmovía al verlo tan libre. Su canto acariciaba la estancia. Un sentimiento de culpa recorría su ser al tenerlo enjaulado, pero sabía que si lo dejaba ir más allá de la ventana, no volvería jamás y no podría sobrevivir en el mundo exterior.
Con cuidado lo cogió e introdujo de nuevo a la vida cotidiana. Fue a la cocina a prepararse un café, en la silla sentada esperaba. Tomó su vaso dirigiéndose al salón, allí tumbada en el sofá dejó el café en el suelo. Con la mano puesta en la cara, no queriendo ver lo que le rodeaba, recordó su pueblo, pequeño, rodeado de encinas, sus calles empedradas, su olor a tierra húmeda y fértil, el silencio por las tardes cuando casi todos dormían, con los sueños rondando en un mundo que no era éste.