-Me alegro papa, yo os quería decir que he pensado irme a Madrid, el primo Pepe se va el mes que viene a trabajar en la construcción, por lo visto necesitan personal.
-Si crees que es lo mejor, adelante.
-Lo creo, aquí ya sabemos todos como van las cosas, lo único es que quiero hablar con la tía Sandra a ver si me puedo quedar en su casa hasta que me sitúe.
-Por tu tía no habrá problema esta la noche la llamo.
-Gracias mama, y tú Marta ¿cómo llevas tu libro?.
-Nada bien, lo mejor es que desista.
-No vayas a rendirte, si de verdad sientes que es lo que te llena y lo que quieres hacer, hazlo, no te presiones, cuando menos te lo esperes empezarás a escribir- fueron palabras de su padre.
-¿Y ese cambio? Hace unos días me dices que deje de soñar y ahora me animas, no lo entiendo.
-Es sencillo, no hay que cerrar las puertas a nuestros sueños, puede que no los consigamos, pero debemos intentarlo sin que pasen los años y preguntarnos que hubiese pasado si hubiésemos tenido valor.
Era increíble pero cierto, José le había dado una nueva perspectiva a su vida y esta nueva mirada sorprendió a todos.
Tendida en la cama, Marta reflexionó mucho sobre las palabras de su padre y se dijo a sí misma que debía intentarlo, aún no sabía que iba a salir de aquel intento, haciendo un ejercicio de voluntad, cogió su libreta, el bolígrafo y comenzó a escribir:
“Sentada en el sofá, esperaba la hora en la que llenaría el estómago...”
FIN
María del mar San José Maestre
Rota, 27 de enero de 1996