Estaba sudando, pero estaba en mi cama, en mi casa, en mi pueblo. Todo había sido un sueño... Me acerqué a la ventana, que daba a la pequeña plaza y observé la luna, su reflejo sobre las llanuras y el lago, era precioso; Dios santo, todo había sido un sueño, mi madre aún vivía, el poblado, el lago, todo estaba allí, di gracias a Dios hasta que algo me interrumpió, oí un ruido, un zumbido que provenía de las llanuras, y pronto pude ver grandes paveses, moviéndose de arriba a abajo con robustos jinetes sobre sus monturas. Pero había algo, la marcha la conducía un ser con una densa túnica, y este levitaba, ¡ Dios mío !, era él, el ser de los mitos, era él, ¡No!. Entonces comprendí que todo esfuerzo era fútil, y el sueño no era más que una premonición de lo que el destino me reservaba. Cogí algo de ropa, escasa comida y sin volver la vista atrás monté sobre mi carruaje, escapando alguna lágrima al oír los gritos de mis semejantes en la retaguardia... Me mantuve firme, mirando al futuro, y proponiéndome con rigor, que este cambiaría, fuesen cuales fuesen las consecuencias...