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--No sé, pero creo que sí, que podemos vencerla..


--Vos estás delirando, Fernando.


--Me acuerdo perfectamente, ni siquiera volvió a gritar, el agua debió haber ahogado también las voces de su desesperación.


Fernando me hablaba y se sonreía como si acabara de decir algo simpático. Noté que el tipo de la mesa de al lado se reacomodaba molesto en su silla, como si hubiera estado escuchando y aún sin ver, hubiese adivinado su sonrisa. Me incliné sobre la mesa para poner más atención a su locura y de paso tratar de hacerle entender que no necesitaba hablar en voz tan alta. El seguía con sus devaneos mientras miraba por la vidriera que daba a la calle Cramer y ponía una pausa a su relato cada vez que el tantaneo del paso a nivel anunciaba la llegada de un tren a la estación Colegiales. Se quedaba absorto unos minutos atraído por los pasajeros que subían y bajaban. Como si esa rutina despertara algo dentro suyo.

--Desde que mi hermana se separó, cuando él tenía apenas 9 meses, yo pasé a ser una mezcla de tío y hermano mayor para él. Hasta un poquito padre. Sin querer robar ninguna figura, yo era el que estaba, el que arreglaba los juguetes, el superhéroe que le atajaba los pelotazos mas furibundos. Nunca me llamó tío, tampoco Fernando. Me decía Sachu. Porque esa era su expresión de admiración. Cuando algo le fascinaba, siempre decía: "Saaaaachuuuuu" y yo también empecé a llamarlo así. Sachu.


Pasados unos años me preguntó de dónde habíamos sacado ese sobrenombre. Le expliqué que era algo de la época, una expresión de la muchachada, que cuando algo era bueno decían Faaaaaaa cheeeeee. Y su entonces media lengua lo había deformado.


Nadie más que nosotros lo usaba y nos acercaba aún más ese apodo tan nuestro. y común a los dos.


Bueno, la cuestión es que en la época a la que me refiero, yo me había mudado a los Estados Unidos, y habíamos vuelto a encontrarnos. El ya estaba allá con la madre y su hermanita desde hacía 4 años. Yo caí a vivir en la casa de ellos por un tiempo, hasta que pasara esa época que tiene que sufrir todo el que se va.


Aún así, ya había conseguido trabajo como carpintero en la empresa constructora en donde trabajaba mi hermana. Trece dolares la hora....una fortuna que apiladita todos los viernes, me hacía sentir el conquistador del gran país del norte



Me levantaba media hora más tarde que Sachu e indefectiblemente cada día, encontraba la cafetera eléctrica con el café listo que había preparado para él y para mi antes de irse a la escuela.


Era un ejercicio diario que expresaba claramente que estábamos ahí otra vez, juntos y pendientes de las necesidades del otro. Un cotidiano festejo por el reencuentro. Todavía llevo en mi recuerdo ese olorcito a café recién preparado que me esperaba escaleras abajo.


Jamás una nota o un buendía. No hacía falta. Siempre estábamos cerca aún en la distancia y a pesar de la diferencia de horarios.


Un noche me llamó por teléfono. Estaba con sus trece años, borracho en la casa de un amigo. Lo fui a buscar y nos quedamos dando vueltas en el coche por más de dos horas. No le dije nada. Cuando entró en el coche sus ojos me dijeron todo lo que yo necesitaba saber. Me miró fugazmente, pero fue suficiente para saber que le dolía. Y no solo el estómago, sino también el orgullo y la madurez, palabras con las que yo me llenaba la boca cuando hablaba de él. Y él lo sabia y le dolía haberme fallado esa noche.


Cuando llegamos a la casa, le pregunté:


-Te sentís mejor?


-Más o menos, quisiera vomitar, putearme y acostarme a dormir.


-Callate, estas cosas se aprenden de esta manera. No hay otra.



-Te juro que nunca más.


-No digas tonterías. Decime que la próxima va a ser dentro de diez años y me quedo más tranquilo. O por lo menos que lo vas a hacer cuando esté yo a tu lado.


-No sé si podría.


-Por eso.

 



Chuck decidió ir a otro lugar donde tal vez hubiera más pique, más adentro en el mar. Sachu estaba en la punta de la proa, jugando con el viento y las gotas de agua que lo salpicaban. Era una imagen esfumada por el sol que me recordó a algunos pasajes de "Muerte en Venecia". Cerré los ojos y me dejé invadir por esos pasteles esfumados con que Visconti había ilustrado tenue e impecablemente su obra.


El bote giró repentinamente hacia la derecha. La mano de Chuck, entorpecida por la cerveza, haba dado un golpe de timón inesperado. Reaccioné demasiado lentamente al escuchar el grito, "Sachu!!!", como si me despertara de un sueño profundo. Miré hacia la proa y no estaba. Ni siquiera podía precisar el lugar exacto dónde había caído por la efervescencia que rodeaba al bote.


Grité desaforadamente, con medio cuerpo fuera de borda mientras tratanba de perforar la espuma con mis ojos, esperando ver alguna señal. Un segundo más tarde estaba debajo del agua, braceando y pataleando furiosamente para tratar de cubrir la mayor distancia en el menor tiempo posible y esperando golpearlo con mi mano. Nadaba en círculos. Salí a la superficie por instinto, parecía que me estallaría el pecho y me sumergí nuevamente con solo una bocanada de aire. Un minuto del largo de una eternidad fue todo lo que necesité para sentir mis esperanzas derrotadas.



Al volver al bote no recuerdo si el gringo estaba ahí o no. Sólo atiné a sentarme a pensar, como si necesitara elaborar un plan. Me negaba a aceptar que la vida y la muerte caminaran tan cerca una de otra, a apenas una fracción de segundo de distancia. Y me resistí a la idea de que no tuviéramos el poder de reparar la injusticia con que la vida puede sorprendernos en un insigrnificante pedacito de tiempo.


Tenía que haber una forma.


Y de pronto, en esa soledad despiadada que sólo se siente en el medio del mar, sentí que mis fuerzas crecían y era otra vez el superhéroe. Y la realidad se volvió un juguete que sólo yo podía arreglar. En mi interior, esa calma inesperada de a poco se transformaba en torbellino, como una tormenta que iba ganando fuerza dentro de sí misma. Y me levanté de golpe y sentí el piso frío bajo mis pies descalzos.


Aún hoy no se si tenemos ese poder, si podemos transformar la realidad en sueño o viceversa y seguir viviendo nuestra vida en uno u otro lado sin hallar la diferencia.


--No te entiendo Fernando, me estás haciendo un lío tremendo en la cabeza.



--Oíme. Desde ese día no sé nada, no sé si esto es un sueño y la realidad se murió para mi, o si toda esta historia fué un sueño. Por ahí toda mi vida, desde aquella mañana, transcurrió en un sueño y vos y yo y todo lo que nos rodea pertenece al mundo que creé en mi sueño y del que no quiero despertar porque.......


--Estas fumado, no hay duda..


--....... solo tenemos una oportunidad. Hay que saber elegirla. El regreso no existe.


--Dejame de joder


--Por qué no podés aceptar la posibilidad de que en lugar de estar contándote un sueño, estamos en un sueño y te esté contando una realidad, Tano?


--Porque no estoy trastornado como vos.


--O porque no querés ni siquiera pensar que tenemos ese poder.



--Estás desvariando Fernando, y me querés volver loco a mi.


El tan tan de la barrera volvió a sonar. Fernando se levantó y apoyó su frente contra el vidrio para acercarse aún más a ese espectáculo que lo seguía fascinando.


Desde esa posición y a pesar de estar visiblemente abstraído, susurró poniendo un nervioso énfasis en sus palabras:


--Si, puede ser, pero escuchame. Ayer bajé las escaleras, y ese olorcito a café recén preparado llegaba tibio desde la cocina y junto a la taza vacía que me esperaba, había por primera vez.....una nota.


Dejó caer un trozo de una hoja de cuaderno sobre la mesa, antes de salir sin siquiera esperar que yo lo leyera.


Sachu


Ya sé que no te olvidaste de cuántos cumplo mañana, pero por si acaso te advierto que son veintitrés y me voy a agarrar una borrachera de novela. Y quisiera que estés a mi lado.


Sachu

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