Identificarse Registrar

Identificarse

Índice del artículo


Me levantaba media hora más tarde que Sachu e indefectiblemente cada día, encontraba la cafetera eléctrica con el café listo que había preparado para él y para mi antes de irse a la escuela.


Era un ejercicio diario que expresaba claramente que estábamos ahí otra vez, juntos y pendientes de las necesidades del otro. Un cotidiano festejo por el reencuentro. Todavía llevo en mi recuerdo ese olorcito a café recién preparado que me esperaba escaleras abajo.


Jamás una nota o un buendía. No hacía falta. Siempre estábamos cerca aún en la distancia y a pesar de la diferencia de horarios.


Un noche me llamó por teléfono. Estaba con sus trece años, borracho en la casa de un amigo. Lo fui a buscar y nos quedamos dando vueltas en el coche por más de dos horas. No le dije nada. Cuando entró en el coche sus ojos me dijeron todo lo que yo necesitaba saber. Me miró fugazmente, pero fue suficiente para saber que le dolía. Y no solo el estómago, sino también el orgullo y la madurez, palabras con las que yo me llenaba la boca cuando hablaba de él. Y él lo sabia y le dolía haberme fallado esa noche.


Cuando llegamos a la casa, le pregunté:


-Te sentís mejor?


-Más o menos, quisiera vomitar, putearme y acostarme a dormir.


-Callate, estas cosas se aprenden de esta manera. No hay otra.

 

email

¿Quiere compartir sus eventos, noticias, lanzamientos, concursos?

¿Quiere publicitar sus escritos?

¿Tiene sugerencias?

¡Escríbanos!

O envíe su mensaje por Facebook.

Lo más leído

Están en línea

Hay 776 invitados y ningún miembro en línea

Eventos

Sin eventos
Volver