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Para mi sorpresa le reconocí!. Era mi tío. Sí el tío Juan, el amo de la casa, desde que faltaron los abuelos, como no entendí qué hacia allí andando entre tanto muerto, me dije, hala otro que se ha muerto y no se ha enterado. No sí llevaba un día que, suerte que ya estaba muerta, porque si no era para morirse. De pronto se dirigió hacia mí, asustándome, porque aunque estuviera muerto. Cuando aún no lo estaba el tío Juan era un cacho pan, pero bruto como un arado y con la fuerza de una yunta de bueyes, y la verdad, a mi me daba respeto, las cosas como son. Además ignoraba si de muertos esas cosas se conservaban o no. A grito pelado preguntó - Vaya mujer ¿qué te pasa? estás blanca como la cera Como la cera, ya, claro, mira que es animalote pensé, como que estaba muerta. De qué color quería  que estuviera?  verde manzana ¿ azul celeste? no te digo. Pero a todo esto,  él a lo suyo continuó gritándome.  Sin darle pena ni nada que me hubiera muerto y yo que pensaba que era su sobrina favorita, ver, oir, para ser más exactos, para creer. Me puse de un triste…Volví a prestarle atención, más que nada porque en el fondo me daba pena que no se diera cuenta del trance que estábamos pasando.

- Qué? Tú también ves a la tia Felisa “La Verrugona” en esa mancha de la pared? Si, ésa, que parece que se te ha enganchado a la nariz. Que tienes cara de alelada!. Deja de hacer el ganso y ven “paquí”, así todo junto, como él hablaba, cuando aún vivía

Lo miré atónita, y él seguía, hala!  pensé, aquí paz y después gloria! cómo si no estuviera pasando nada. La verdad es que no daba crédito a lo que oía y veía.  Gritando con más fuerza preguntaba

- Qué?

- Tú tampoco entiendes nada de lo que pone el diario no? Digo por la manera en que lo has arrugao. Zas! Ahora sí, ahora sí que lo entendía. En mi familia, primero nos volvíamos locos y después, enseguida, íbamos y nos moríamos. Sonreí tristemente, pobre tío Juan, con lo bonachón que era, bestia eso sí, pero bueno hasta decir  basta,.  Poco a poco me acerque a él, pensando en la mejor manera, no de explicarle, sino de que entendiera que ya no pertenecíamos a este mundo. A ver como decirle a alguien que está tan feliz, primero lo de la locura… después lo de la tía Felisa, más tarde lo de  los otros difuntos y continuar  hasta que él  mismo se viera en la caja y comprendiera que había muerto.

El tío Juan se sentó en la silla, me acerqué a él, le puse la mano en el hombre y antes de que pudiera decir ni esta boca es mía, agitó como un poseso el diario ante mis ojos, gritando

- Lo ves? lo ves? El qué por Dios, pensaba yo, el qué he de ver? - Ese club de futbol de tu ciudad, se han vuelto todos locos! Abrí una boca de palmo y medio. Qué?, Qué decía el tío Juan. Estábamos muertos y él me hablaba de… fútbol? a mi? que no tenía ni idea?

- Mira, mira!  gritaba

Miré y, que conste que sólo lo hice para que se calmara, y, y, y es que me da vergüenza decirlo. Ví En letras bien grandes, mayúsculas y en negrita y además las entendía, podía leerlas. En grandes  titulares se anunciaba  que el equipo de mi ciudad había “comprado un jugador E S L A V O” por el módico precio de 21.000.000 millones de euros, con una clausula de no se qué, para que si otro equipo quisiera… comprárselo? la carta de liberación, si, creo que eso ponía, hace ya tanto tiempo, le costaría el doble es decir 42.000.000 de euros de nada. De golpe y porrazo lo entendí todo, todito todo.

Me eché a reir, tanto y tan fuerte que me atraganté, asustando tanto a mi tío, que se empeñó en echarme gaznate abajo un vaso de agua, con lo que casi consiguió ahogarme y que muriera, esta vez, de verdad. Cuando ambos nos serenamos, muy digno me amenazó que otro susto más y me iba yo a reir de los pescozones de D. Julián cuando era chica. Desistí de explicarle nada de todos los sufrimientos vividos aquélla mañana. Lo que ocurrió era algo mucho más sencillo y totalmente creible. 

Recién levantada, soy del género torpe, más que lo es el resto de la gente, es decir, prácticamente zombi, zombi, pero zombi total y topo por eso lo primero que hago, es ponerme las gafas, ir hacia la cafetera y servirme un buen vaso de café. Claro que ese día no contaba con que el tío Juan aún hacía el café de puchero y eso, eso tumbaba a un buey. Luego, en un día normal, en mi casa, suelo  buscar algo para leer, cosa que allí también hice, dando con el diario de marras.  Empecé a leer y para añadir más salsa al asunto en vez de “eslavo”, entendí “esclavo”. No pude leer más  el vaho que ardiente que desprendía la taza de café me empaño las gafas impidiéndome ver ni leer nada más con clarida, todo era un amasijo borroso e ilegible.

Lo que me quedó clavado en el cerebro fue lo de “esclavo” y, claro, naturalmente, me trastoqué. Es que habíamos retrocedido en el tiempo?. Volvía a existir la esclavitud? Si a eso, le sumamos  mi torpeza y somnolencia habitual, tal creencia provocó en mi dormida mente un ataque de locura temporal que me hizo desbarrar de una forma inusual , y, al volver, justo en ese momento, a tomar otro largo trago de café ardiendo, que me borró cualquier imagen nítida , empezó lo que yo creí “mi “ locura, y posterior óbito, Total y resumiendo, que yo estaba vivita y coleando, que el café era tan malo como siempre, que la mancha ni era la tía Felisa ni las otras las del resto de los habitantes del cementerio del pueblo y lo mejor de todo: Que la esclavitud no había vuelto.

Todavía sonriendo, fui a tirar lo que quedaba en la taza de café y un pensamiento tonto atravesó mi mente, fugaz, pero certero

-  Realmente estaba abolida la esclavitud? - Si? -  O quizá no? No supe que contestarme.-         Y… tú?-     Lo sabes…?

Daría Sobrino Fariñas
Juncosa 28 abril 2011

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