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           Si ver es, de alguna manera, verse, al mirar los cuadros, al comunicarnos las aventuras de su alma ante las obras pictóricas, Meira Delmar se contempla a sí misma como creadora y precisa su poética del encuentro. Conformado por prólogos a escritores amigos (la amistad es uno de los elementos clave que rigen la vida y la obra de Meira Delmar), textos para catálogos de exposiciones pictóricas, este apartado es un testimonio del acontecer cultural de Barranquilla, de sus artistas y poetas propios y visitantes, por parte de un testigo con voz propia y personalidad fuerte, digno de tenerse en consideración cuando se quiera contar la historia de la cultura de la ciudad. Simultáneamente la autora expone algunos juicios críticos de gran validez como el referido a Alejandro Obregón según el cual quien ha contemplado su obra puede tener "el convencimiento de haber vivido el Caribe. No sólo el mar, sino su entorno"…esta sentencia es aplicable también a MEIRA DEL MAR, su poesía nos habla del mar y del rio, de las aves y de la caída de la tarde, de la noche y su silencio, de la aurora de los nuevos días, pero es también testimonio del entorno del poeta, su nido vital, desde el cual nos canta y se afirma ante el mundo…

Discursos

           Se reúnen aquí piezas oratorias que forman parte de la vida pública de la poeta en su labor de bibliotecaria, invitada como tal a ceremonias de graduación o en celebración del Día del Idioma, así como los discursos de recepción del Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia, de la distinción del Club Rotario de Barranquilla y de ingreso a la Academia Colombiana de la Lengua, "La mujer en su viaje por la tierra", en el que a manera de una crónica registra los aportes de la mujer en la historia de la humanidad, con cierto énfasis en las poetas hispanoamericanas.

Palabras

           Este apartado recoge reflexiones de la autora acerca de diversos tópicos --la educación, la biblioteca, los problemas de Barranquilla y los valores (el principal: el amor al prójimo, base de una vida civilizada, en medio de la belleza y la bondad humana) que han regido su comportamiento-- así como también algunas opiniones personales. Queda aquí consignada, en síntesis, la visión del mundo de la autora, impregnada por la religión católica, pero también por el panteísmo y la trascendencia sufrida de sus ancestros.

Del Ayer

           Exaltación de la vida familiar, semblanzas de personajes ejemplares de la vida cultural, este apartado, dominado por la añoranza de la infancia y la vieja ciudad y sus costumbres perdidas, es una elegía barranquillera (similar a la Elegía andaluza de Platero y yo) que persigue la mitificación de su paisaje, "horizonte sin límites, sin montes ni alzaduras que corten el vuelo a la mirada o a la imaginación", por su vecindad al océano, abierto, como el poema, a las rutas, y la caracterización de sus habitantes en los que la autora destaca "el talante abierto, la inclinación a entenderlo todo, la tolerancia ante las fallas ajenas, la convicción de que compartir con los demás la vida, la alegría de vivir, es una manera de encontrar la paz del alma y el júbilo explosivo" "Visión fugaz de Barranquilla").

           Ejercicio doble: por un lado, recuperar la imagen pérdida de la ciudad "en el ayer inolvidable, antes de que la Patria se viese convertida en la más oscura y tenebrosa de las selvas"; por el otro, la crítica de la ciudad presente, prisionera entre enrevesadas rejas de hierro y de espaldas al río. Este retorno circular a la ciudad y su pasado, tiene el ingrediente de ser una suerte de bálsamo que restaure las heridas, por  la constatación de el crecimiento caótico de la ciudad, la destorcida industrial y comercial, y la aparición  de una clase política bastarda, que  metía la mano en el presupuesto municipal, mientras la ciudad era estrangulada, y arrojada a su propia suerte. En la evocación se destaca el gozo de nombrar la flora (tulipán, roble, lluvias de oro, florones de mayo, trinitarias, acacias, ilang ilang, buenas tardes, albahaca, hierbabuena, toronjil, heliotropo, palmeras, llantén, sábila, áloe vera, cocoteros, nísperos, caimitos, guayabas, ciruelas, mangos, anones, guanábanos, icacos) y la fauna aérea (golondrinas, azulejos, garzas, tordillos, loros). Ciertos sitios y elementos se reiteran hasta adquirir valor simbólico: tal es el caso de la casa llena de cosas maravillosas y de una "ternura que trascendía de los seres y muros y objetos", mundo sereno, sin temor ni pena, imagen del paraíso; o de las golondrinas, encarnación del "júbilo del viaje" y la "sed de caminos".

            Crónica de la ciudad y sus avances, este apartado constituye un aporte a la representación del rostro de Barranquilla en que se han empeñado autores como José Félix Fuenmayor, Amira de la Rosa, Álvaro Cepeda, Gabriel García Márquez, Marvel Moreno, Fanny Buitrago, Álvaro Medina, Jaime Manrique, Julio Olaciregui y Ramón Illán Bacca.

Retornos

           Memoria de viajes, autobiografía lírica, descripción imaginativa del paisaje caribeño de la ciudad, este apartado reúne textos que persiguen la posesión por la palabra de la naturaleza de la ciudad nativa una Barranquilla bucólica con su aire transparente y la irreverencia de sus brisas cíclicas así como de ciertas experiencias vitales que, con un ritmo similar al de la naturaleza, retornan periódicamente y operan como talismanes frente al dolor.

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