Muchas veces en las distintas edades, me he preguntado contemplando la naturaleza relacionada con las diferentes clases de seres vivos, como los animales, las plantas, las personas, el clima y la geología de la tierra; ¿Cuál es mi verdadera personalidad en los tiempos habituales de la historia? Si también la naturaleza guarda relación con el universo, las galaxias y todo lo que existe.
Mi compromiso solo adquiere un acento vigoroso, que lo define, cuando coincido con sucesos históricos memorables. Haber estado en el pasado; existir en el presente, proyectándome hacia el futuro, representa algo profundo denominado el concepto de “edad” o de “generación”; que es lo que significa el gran acontecimiento social que impregna de su sentido a todo lo contemporáneo.
La otra gran realidad cósmica es el tiempo delimitando en la exploración del espacio; en cierto modo; una aventura que parte del lugar donde estamos. Podemos especular en la inmortalidad ante la imposibilidad de comprender la muerte nuestra mayor frustración “la vida es demasiado breve para ser mezquina”. Dice Jhon How: “¡Que locura, temer la sola idea de perder la vida de súbito, y sin embargo no importarnos perderla, derrocharla en pequeños fragmentos!”
Es discutible que la preocupación del hombre ha sido de siempre de ir paso a paso, pase lo que pase y le pese a quién le pese; buscando el mejoramiento continuo hasta alcanzar la excelencia; elevando sus capacidades a la altura de los sueños. Si hay algo que hemos de omitir en este propósito, es, perder el tiempo en nuestro hacer y pensar desde el instante mismo en que nacemos hasta que morimos.
Referente al manejo del tiempo; es importante que la perseverancia para realizar todo lo que tenemos y queremos hacer en cada etapa del ciclo vital; genere sus propias expectativas y la determinación inexorable e inflexible de nuestra existencia. El tiempo, como el espacio, es una dimensión más que una fuerza que siempre va hacia adelante; que hay que aprovecharlo lo mejor posible sin acomodarnos a los efectos de “procrastinar” nuestros asuntos, dejando para mañana lo que podemos hacer hoy.
Platón, dice que el tiempo creado por Dios, según lo mide el reloj o calendario desde la cosmología del “Big Bang” que dio origen al universo, es parte esencial de él. Presenta ciertos elementos que son de interés y, el material de que está hecha la vida del creyente bíblico (persona que mantiene el concepto de que un ser infinitamente inteligente y poderoso; estuvo detrás de su origen) Ahora bien, todo lo que deviene tiene un origen y lo tiene por algún motivo. Por eso, Platón no se limita a describir el hecho de la creación. También quiere explicar su porqué, el motivo por el cual Dios se decidió a crearlo: «Digamos ahora cuál fue la causa que llevó al creador a crear el devenir y este universo. Era bueno, y en un ser bueno nunca habita una maldad sobre ninguna cosa. Al estar exento de cualquier maldad, quería que todo llegase a ser semejante a él»
La posibilidad misma de la creación descansa en el acto libre del amor divino a sus posibles criaturas. No parece posible pensar en un motivo de mayor dignidad. Es un motivo lleno de generosidad y que marca el sentido más profundo de toda la creación y, por tanto, de la existencia humana, ya que ella es la principal receptora de ese acto de amor divino. Platón lo indica de una manera más genérica al decir que en el Universo ordenado no puede faltar la razón.
En Tito Lucrecio, poeta y filósofo romanono encontramos con otra concepción o definición del Tiempo memorable que de modo literal es como sigue: “El tiempo no existe por si, sino que las cosas por sí mismas son las que hacen que los sentidos lo distingan en pasado, presente y futuro: nadie siente el tiempo por sí mismo, libre de movimiento y de reposo”. El tiempo, no se puede demorar ni apresurarlo; no se puede comprar ni regalar; no puede ser determinado en unas cosas y en otras no, y, para muchas de las necesidades del hombre, el tiempo es la clave interpretativa de la existencia: pero partiendo de que la temporalidad sea el sentido de la “preocupación por” y sobre todo por el futuro o porvenir y por la muerte, nos encontramos ante diversos tipos de argumentos inquietantes, atendiendo a la vida del hombre y sus “útiles”. Es decir, que se nos plantea la función de las cosas con su finitud propia y existiendo también por su tiempo: un tiempo del que ya dijeron algo, aunque fuera vago, los filósofos y poetas griegos y romanos.
La finitud existencial, está presente en toda la historia del pensamiento, desde la antigüedad. Todos sus aspectos pueden resumirse bajo el concepto general de inadecuacióndel hombre respecto a sí mismo o desajuste entre su querer y su poder. En cualquier investigación del tema del tiempo donde el sentido común ha consistido y consistirá dictar una respuesta; al develamiento de un misterio, descorriendo y corriendo el velo, sin agotar sus sentidos, tarea imposible mientras haya una dimensión humana que alimentar; nos abocamos a que todo mensaje es susceptible de ser interpretado, de ser proyectado en el tiempo y en el espacio, de ser comunicado y transferido.
Quizá seamos una víctima del tiempo marcado por el reloj, pero la verdadera diferencia, está entre el tiempo medido y el tiempo vivido. El tiempo medido es enemigo del tiempo vivido en diferentes ámbitos y hasta afecte la salud emocional. La voluntad perfecta de Dios, radica cuando creo “los símbolos” relacionados con la religión o con temas místicos y ocultos, que generalmente despiertan en nosotros el interés por conocer su verdadero significado y origen; que no solo tiene sentido para mí que lo interpreto, sino para los otros debido a que es comunicable desde la perspectiva de consagrar nuestra fe y voluntad hacia Él.
Existen diversas concepciones que origina la noción de medir y contar, con independencia de toda concepción aritmética, desde el punto de vista de la física, pasando por el de la psicología, de la biología e inclusive el de la ética, destinada a fijar sincronías o diacronías; tendremos que pensar que, de un lado, el tejido de relaciones en el ser, y de otro, el tiempo de los útiles por sí mismos han de estudiarse con métodos propios.
Pese a científicos escépticos y monoteístas como Stephen Hawking, una de las mentes que más tiempo y energía le han dedicado al tema; en su obra más famosa, Breve historia del tiempo, publicada en 1988, Hawking sugirió que el hombre solo conocería “la mente de Dios” cuando lograra entender la teoría de todas las cosas, que busca unificar de manera coherente las fuerzas que gobiernan el universo. Hasta entonces el astrofísico más célebre del mundo se consideraba agnóstico, pues aunque no podía demostrar científicamente la existencia de un ser superior, tampoco cerraba la puerta a esa posibilidad: el concepto de lo divino superaba su conocimiento. Sus palabras volvieron a causar polémica al reafirmar sin contemplaciones que Dios no existe
Al respecto, respetando los vaticinios del cosmólogo británico Stephen Hawking; tenga razón o no; un hontanar de fe y alabanza mi modesta opinión al afirmar que “el tiempo será nacido con el Cielo, en la creación y se disolverá con él si aquél ha de disolverse” este carácter físico no puramente matemático del tiempo se halla defendido en otros sistemas filosóficos de la Antigüedad.