Como casi todos los días, tomé el metro en la estación Grecia, en dirección a Los Héroes. Fue un día ordinario, de intrincadas preguntas en aulas frías y un vaso de cerveza, en un bar de Ejército.
Al finalizar el día, transito los mismos caminos, pero al revés. Iba en el metro, sentada en el suelo, cuando de repente recibí un disparo en la calavera, lo que me mató enseguida.
El descuido de los pasajeros, pienso, que no avisan que, desde hoy, sentarse en el suelo está prohibido y sancionado con pena de muerte.