Abrió los ojos, vio sus patas y, con horror, constató que eran negras; negras como la noche anterior y sus maullidos; de un negror tan insondable como el atardecer que antecedió a esa noche y a la horrorosa mañana en que abrió sus ojos, vio sus patas y constató, con horror, que eran negras.