En el pueblo oímos el cuento ese del control natal y alguno de los curiosos (que sobran en la aldea), se puso a investigar qué significaba el tal chisme. Pues ni más ni menos, dijo, que hay que planificar para evitar la explosión demográfica. Ahí sí que le paramos las orejas porque eso de explosiones, balaceras, conflictos armados y demás eran el pan de cada día en nuestra región.
Cuando comentó que la tal explosión no tenía nada que ver con bombas y artefactos de guerra perdimos el interés porque, ¿qué carajos le puede hacer a uno el nacimiento de una parranda de culicagados en el mundo?
- Oigan tarados, ¿no se dan cuenta de que la súper abundancia de gente aumenta la pobreza y el hambre?
- Bueno, y a nosotros ¿qué nos va y que nos viene?-replicó Baltasar Rey.
- Pendejo, pues disminuyen las posibilidades de empleo, aumenta la delincuencia por la abundancia de desocupados…
- ¡Párela mi hermano! -le gritamos- ninguno de los presentes trabaja y ninguno aguanta hambre…
Claro que no aguantaban. Eran los vagos del pueblo, entre los que se encontraban los tres Reyes; ninguno laboraba y, como eran de las familias acomodadas pues no aguantaban nada de nada.
- Además, agregó “El bobo” Ávila, acá la población se mantiene estable, a no ser que alguno se vaya para el otro mundo el número de habitantes es el mismo.
- ¿Cómo así…?, preguntamos todos. ¿Ni aumenta ni disminuye?
- Eso mismo, ¿Acaso no se han dado cuenta de que, por cada muchacha soltera que resulta embarazada, desaparece del pueblo un varón…?