Como pensar que aquella bestia me derribaría si lograba acercarme para hacerle una caricia. Que terminaría conmigo en menos de un segundo, si solo estaba en el primer peldaño para subir y lograr estar a su lado para poder verlo mas cerca. En que escurridizo momento cruce las calles y con tantos riesgos lo hice corriendo.
Me hicieron reaccionar los gritos de los demás que azorados miraban la escena.
Por un momento quede paralizada, sentí un tirón en el brazo e inevitablemente el sonido y el dolor de mi caída.
Era mi padre que aterrorizado me bajó del portón de la querencia del toro y yo lo estaba llamando, tenía solo 4 años; finalicé aquellas vacaciones jugando con los polluelos de las gallinas.
Susana Stefania Ceruti
Bs. As. 19/07/2008