En un país lejano, en un hermoso castillo, vivió una princesa, era muy linda, con su cabellera rubia y rizada que le caía en bucles sobre la espalda, y unos grandes ojos verdes que eran su mayor encanto, además de su dulzura y bondad. Isabel, que así se llamaba la pequeña, era la menor de tres hermanas, que no la querían, ni sus padres tampoco ya que todos esperaban que nacieran un barón, que sería el heredero, pero por cosas del destino nació otra niña y eso nunca la familia se lo perdonó.
Desde que nació, la niña fue amamantada y criada por una sirvienta del castillo y nunca fue presentada en público. Creció jugando con los niños más pobres y con ellos salía del castillo a los campos, nunca le importo la riqueza de su familia ni le preocupó que no la presentaran a la alta aristocracia, todo lo contrario de sus hermanas mayores, que eran altaneras y orgullosas.
Siempre fue bien cuidada por la servidumbre y por algunas damas de la corte, que le dieron educación y se preocuparon por su vestuario. Tenía una elegancia natural que se destacaba en cualquier lugar. Isabel se convirtió en una bella dama casi sin darse cuenta. Su familia rara vez le veía. Era una jovencita alta e inteligente que se interesaba por todo lo que ocurría a su alrededor, preocupándose por todo lo que tuviera vida por pequeño que fuera.
Un día Isabel salió con una de sus amigas a dar un paseo a caballo, como de costumbre, y se alejaron adentrándose en un tupido bosque, donde existía un río de aguas cristalinas que corrían para perderse en unas lejanas montanas. Las muchachas bajaron de sus caballos para contemplar más de cerca las piedras del fondo, a Isabel le llamó la atención una concha que brillaba mucho y la sacó del agua.
Cuando abrió su mano escuchó que de dentro de la concha una voz le decía:
-- Hace mucho tiempo te estoy esperando, abre que quiero salir…
Cuando la joven abrió la concha, ante sus ojos asustados apareció un apuesto príncipe que tomándole una mano se la beso y le dijo:
-- ¿Te quieres casar conmigo?
Isabel le contestó:
-- Sí, yo vine a buscarte…
El príncipe les contó su historia a las dos muchachas y se las llevó a su reino, donde se casó con Isabel y fueron muy felices y la amiga fue su dama de compañía.
Fin