Yo trabajo de noche señora, mi esposa me pregunta que si no voy a trabajar y yo siempre le respondo que si, que si, y en lo que me decido ya son las dos de la mañana. Durante la noche hay más clientes que durante el día, por eso yo duermo de día. Y le doy las gracias a mi Señor, por que tengo salud y usted ve que hay familias enteras en cama pero yo tengo salud.
Me enojé mucho la semana pasada, señora, porque me dio gripa y tuve que quedarme en cama tres días y yo le pedía a mi Señor que me devolviera la salud, porque uno debe trabajar, y mi señor me hizo caso y al tercer día yo estaba de nuevo frente al volante, como quien dice, ganándome la vida. Lo que sea de cada quien señora, yo pienso que uno tiene que trabajar hasta que Dios se lo permita.
Yo tenía una tía que se estuvo cinco años acostada y no quería caminar y por eso yo pienso que perdió sus pies por eso y por la diabetes que también acabó con su vista. Para darle de comer había que cargarla y sentarla sobre la silla y acomodarle las piernas que tenía agarrotadas. Ella creía que se iba a quedar solita, que nosotros la íbamos a olvidar en su cuarto y llegaría el día en que nadie le daría de comer, ni la llevaría al baño o le traería flores. Pero yo si le traía flores, las más bonitas, las más caras, yo sabía que le gustaban mucho las flores, de niño imaginaba que mi tía se contraía y se encerraba en su capullo de cobijas durante la noche y en la mañana, que era cuando me llevaba al colegio, florecía ante el sol, yo veía la piel de sus cachetes aterciopelados bajo la luz de oro del sol.
Hasta el día de su muerte yo le llevé flores bonitas porque sabía que le gustaban y ella me decía que no podía verlas, por la diabetes señora, y me dije que el Señor había sido misericordioso con ella y le había dejado el olfato entonces empecé a llevarle rosas y le decía que las tocara, las ponía en sus manos y sus dedos apretaban las flores hasta que las flores dejaban de ser flores, quiero decir que se caían los pétalos y el cuarto empezaba a apestarse con ese olor a muerte.
Mi tía falleció en Junio y tuvimos que incinerarla porque ni a mi hermana ni a mi nos alcanzaba el dinero para pagar el servicio funerario y el ataúd. Siempre que voy a visitarla al panteón hay flores, flores carísimas frente al cajón donde guardaron sus cenizas y yo le llamo a mi hermana, señora, le llamo muy enojado y le digo que porque compra flores tan caras si mi tía ya no puede verlas y me dice que no sabe, pero yo sé que es porque se siente culpable, y ese modo de vivir la estaba volviendo loca, señora.
Esa noche el taxista soñó que su tía lo saludaba que brincaba y corría, que bailaba y que le decía: no te sientas culpable, no te sientas culpable...