La tuve sobre mi dedo y solamente cerré los ojos, para sentir como sus alas se movían en mi mente, como una invitación a volar con ella. .
-¿Hijo que haces nuevamente allí en la ventana? ¿Y más con ese bicho en tu mano?
- Contemplándola mamá, solo eso.
Ella no entendió lo que su hijo le quiso decir, se quedó solamente allí mirándolo con ojos de tristeza.
-No me mires así mamá, yo estoy bien, el hecho de estar en esta silla de ruedas no indica que he dejado de vivir, solamente que lo estoy haciendo de una manera diferente.
-¿Cómo diferente?
- Sé que no puedo correr, ni saltar, ni jugar como lo hacen los otros niños. Pero entonces lo que hago es disfrutar de las maravillas de las que estoy rodeado. Como sentir el viento que cruza por mi ventana o contemplar el rayo de sol que se busca, camino entre las espesas nubes o cerrar los ojos y sentir que vuelo al lado de esta mariposa.
- Hijo ¿no sé como tu puede... ?
- No lo entiendes por que estás del otro lado pero créeme, no es tan difícil, es solamente acostumbrarse y darse cuenta que la vida ha cambiado, igual tengo que hacerlo o no sería capaz de sobrevivir, y no puedo dejar que la vida se me acabe. Recuerda que sólo tengo una y doy gracias por ella y te aseguro mamá, que como esta mariposa que antes era un simple gusano y llegó aun con todo en su contra a ser lo que hoy es, yo tampoco me rendiré sin importar lo que suceda, también encontraré mis alas para poder volar.
La madre con lágrimas se arrodilló y recostó su cabeza sobre las piernas inmóviles de su hijo. Él posó su mano sobre ella y con tierna voz le dijo:
- Además, el día que pierda mis fuerzas y me sienta derrotado. Sé que tú estarás conmigo.
En ese momento y sin darse cuenta el tiempo se detuvo y en esa quietud lo único que se movió fue una mariposa que salió libre por la ventana.
Jhon Alvear Arcos Sánchez
