La mosca volaba en círculos alrededor de la bombilla amarillenta que apenas alumbraba aquel bar de mala muerte. Junto a la mesa de billar estaba recostado Teofilo, con el taco apoyado a su pecho, mientras se empinaba la cuarta grappa con limón. El viejo gallego detrás de la barra lo miró de reojo y luego volteó para ver el antiguo reloj de pared que asombrosamente completaba su tercera década allí, colgado entre humedad y casi olvido.
De pronto entró un señor bajito, con aspecto intrigante y mirada de “yo no fui”, se sentó en una de las mesitas de madera despintada y llamo al gallego.
-Una cerveza, busco a un tal Teofilo, lo conoce?
-Pa’que soy bueno, replicó el otro, quien parecía haber estado esperando la visita del cliente.
El barman fue por la cerveza y Teofilo se acerco al de la mesa, entonces el recién llegado dijo:
-Vea buen hombre, me han dicho que cuando de mercadería de calidad se trata, hay que buscarlo a usted, están en lo cierto?
-Quien lo manda? pregunto con aire desconfiado el jugador.
-Pues soy conocido de Rosa, la hermana del polaco, lo conoce?
-Pues si, claro hombre, haberlo dicho antes, que anda buscando exactamente?
-Necesito un arma corta, tiene algo?
-ay mi hermano, tengo una belleza que me acaban de traer de gringolandia que es una maravilla.
En eso regreso el gallego con la cerveza y el señor bajito le pago rápidamente como para que se vaya; y respondió:
-Me interesa, puedo verla?
-Si claro, vayamos afuera.
Ambos hombres salieron a la parte trasera del local donde regularmente se realizaban las transacciones comerciales de aquel personaje. Luego Teofilo se desprendió el saco y tomo de su cintura un 38 especial con hermosas cachas de nácar.
-Mire esta hermosura, se lo dije.
-Cuanto? pregunto el señor de inmediato.
-Doscientos dólares con una carga completa de balas, lo toma o lo deja.
El interesado lo tomo y lo reviso demostrando saber lo que hacia. Sin embargo dijo:
-Vea don Teofilo, esto primero lo debo llevar donde mi compadre para que me diga si es buen negocio, usted sabe, el hombre sabe de armas y en estas cosas hay que estar seguro.
Teofilo lo pensó un momento, pero las ansias por hacer algo de dinero lo hicieron apresurarse.
–Está bien, vaya y consulte, para que vea que es de primera calidad. Aquí lo espero.
-De acuerdo, vuelvo enseguida- respondió el señor bajito y salio velozmente hacia la calle.
Teofilo se tomo la cerveza que el otro dejo sin tocar y se puso a jugar billar nuevamente, seguro de que tenia el día hecho.
Habían pasado como quince minutos, cuando abruptamente entro corriendo el hijo del gallego y exclamo:
-Viejo, vea lo que paso, en la esquina un señor se acaba de meter un tiro en la boca, esta lleno de gente.
A Teofilo se le puso la piel de gallina.
-Mierda, ahora quien me paga el 38…