La pequeña y arrugada dama, con pocos años por contar, salio del bar de copas haciendo eses, que a veces, no le salían bien, dibujando algo de Piazzola con sus pies tartamudos. De vez en cuando perdía y recuperaba el compás.
Bailó un poco con el farol de la esquina y entonces, miró sorprendida através de mi, con unos ojos azul-gris como un mar en el que hacía mucho tiempo había naufragado el amor... la luz del semáforo cambió y la perdí para siempre.