De pronto el golpe de vista que te saca de balance y dejas correr el recuerdo como agua fría por la espalda.
Verla siempre es una tortura, y pensar que la decisión fue tuya tampoco te calma el alma.
¿Debiste luchar por ella?, te lo preguntas siempre, te lo preguntarás toda la vida. Pero siempre fue tu principio respetar las decisiones ajenas y ella decidió decirte que ya no te quería, que todo se había enfriado y que era mejor separarse. No dijiste nada ese momento, luego quisiste hablar pero una semana parecía haber sido mucho tiempo de silencio.
La vez de lejos y la sigues, queriendo saber donde va, queriendo saber con quién es la cita. Los celos siempre te carcomen el alma. Te sientes suyo, tu corazón atrapado por un amor ya desaparecido (al menos para ella), pero que no quiere remitir. Presente, siempre presente en tus recuerdos, como una llama de fuego viva y lacerante que no termina nunca de apagarse.
Decides dejarla seguir sola allí lejos, ni siquiera te acercaste, no soportas su saludo incondicional y cariñoso, ese saludo de amiga tierna que no tiene nada que ver con el recuerdo de los besos diferentes que fueron tuyos hace algún tiempo. Decides irte y solo pensar en ella.
¿Debiste luchar por ella cuando decidió dejarte?, no lo sabes, no lo hiciste y sabes que no lo harías. Tu orgullo te venció, como te vence ahora, como sientes que siempre lo hará.