El loco Juan sale de su casa a tiempo. A paso de corchea, corchea, corchea, galope, cuartina, cuartina (bis), se baila las calles. Lleva un ancla pa´ no echarse a volar tan pronto. Lo de siempre: una y otra calle – ¡he Chuchaetumaire! -wena compaire --¿aonde vay? -Por ahí, voy y vuelvo-.
Juanito sigue bailando, mientras a lo lejos divisa su destino. Se pone contento. Se olvida un rato de la Jaky y el pierna, que, según él, no la merece.
Cuartina, cuartina, cuartina. – Vamos, una más, ya estoy que llego.-
- MEEEEEEEEE!!!!!!!! (sonido de bocina)-
Un cruce con luz roja en plena calle central.
- Es lo que hay. Pa´ la próxima me pongo tres ojos adicionales y tamos- piensa el buen Juanito. Frente al pasaje 264, saca un papel del bolsillo.
Sus ojos chinos se ofuscan un rato... Era el 49.
-¿De donde saque que era el 264?...ni idea.-
Ya casi anochece y el cielo se torna más gris de lo común. El aire se convierte en viento y el viento de repente se transforma en tormenta .
- No hay parca, no hay mano, no hay bufanda. A la bicimoto le faltan unos retoques-. Entonces decide seguir corriendo, pa´ calentarse los huesos.
Llegando al cien (y más entrado en calor) se cruza con un artista ensangrentado tambaleándose. Era el Tito, apuñalado. Y pa´ colmo por la espalda.
Al buen Juan (no tan bueno a estas alturas), le lagrimean los ojos ya enrojecidos, como la sangre de Tito. De súbito su sonrisa de margaritas asoma 4 colmillos afilados. El, se dispone a succionar. Luego de un rato, besa a Tito en la frente y vuelve a su casa satisfecho.
-Vale amigo , no fue necesario llegar al 49-.