Jamás pensé que me atrevería. Tampoco pensé que mi osadía causara tanta tensión en quienes me miraban fijamente.
Los segundos me parecieron horas, pero ya no había vuelta atrás. No podía fracasar… jamás me perdonaría el hacer semejante ridículo delante de aquellos que, de todo corazón, deseaban mi éxito.
El temor me invadió, creo que se me notaba en la cara; pero todos comprendían que era natural en mi situación.
La verdad es que en el momento decisivo no dudé; de lo contrario se me hubiesen enfriado las ganas, como sucedió en los intentos anteriores. Ya estoy cerca… ¡claro que lo voy a lograr!
No tenía idea de la algarabía que se iba a formar cuando, tras completar mi primer cuarteto de pasos tambaleantes, alcancé los brazos de mi orgullosa madre.