Dijo el hijo: --Padre, ¿por qué pasas y me miras y sonríes y luego me olvidas?
Y el padre: --Hijo, si al pasar te miro no es para despertar tus culpas, es para mostrarte que aún estoy presente en tu camino. Si te sonrío --agregó-- es porque te amo, y porque además acaricio una misericordiosa esperanza: ¡que no seas tú, hijo, quien finalmente me olvide!
Luego se abrazaron.