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¿Quién ha dicho que la vida es fácil? Mayi, cansada de ser víctima de los repetidos maltratos físicos y verbales de su esposo Ricardo, como muchas tantas víctimas de la violencia doméstica, no sabía qué hacer o adónde ir a pedir ayuda.

Tenía terror a su despreciable esposo, y un gran miedo por su propia vida y el futuro de sus hijos, de continuar con la vida que estaba llevando. No poseía recursos económicos  para sobrevivir sola con sus tres hijos pequeños pues nunca aprendió un oficio o profesión. Toda su vida dependió económicamente  de su infame esposo, quien la golpea y maltrata sin piedad delante de sus hijos.

Mayi llegó a un punto en que no sabía qué hacer. Denunciar al padre de sus hijos ante las autoridades le daba pánico  pues temía la reacción de Ricardo,  quien la amenazaba con quitarle los hijos, o matarla, si ella se atrevía a llamar a la policía.

Mayi, ya cansada de tantos sufrimientos, humillaciones y violencia por parte del desalmado de Ricardo decide, en un acto desesperado, tomar un camino fácil: matarlo. O sea, planea asesinarlo y así,  de paso, cobrar el seguro de vida de su abusador marido. Busca minuciosamente en el Internet un veneno eficaz  que no deje huellas o evidencia alguna de asesinato. Después de varios días de intensa búsqueda, por fin encuentra un lugar reservado con el nombre de un producto maravilloso, un veneno que simula una muerte natural provocando un paro respiratorio  y la víctima sólo dura escasas horas.

Esa misma tarde, tomando todas las medidas de precaución posibles, compró el veneno que la libraría  de su horrible pesadilla. Preparó una cena y le puso el veneno a la salsa picante preferida de su cobarde esposo. Al ponerle la salsa picante a su plato e ingerir la comida, Ricardo cayó al instante al piso falto de aire, frente a la mirada asustada de sus pequeños hijos. Mayi  llamó inmediatamente a la ambulancia, botó el frasco de salsa de picante para eliminar la evidencia, y se puso en camino del hospital con su moribundo esposo, quien falleció pocas horas después. 

Por dentro estaba inmensamente feliz, pues el destino y la vida le habían recompensado: el plan le había salido perfecto. Mayi por fin había salido de las garras de su desgraciado esposo! Al llegar a su casa, llena de alegría y satisfacción,  una terrible sorpresa la espera: sus tres hijos habían  ingerido comida del plato de su padre mientras ella estaba en el hospital. Con la prisa, ella había olvidado botar esa comida en la basura! Salió urgentemente de emergencia con los tres niños otra vez para el hospital, y aunque desesperadamente explicó todo lo sucedido a los doctores, estos no pudieron hacer nada para salvar la vida de sus niños.

Un día después, Mayi fue arrestada y conducida a la prisión, adonde le espera una larga condena.

¿Quién ha dicho que la vida es fácil?

Escrito: David Solano
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