En esta época de angustiados, estresados, depresivos y amargados por unas y otras razones es bueno darle un vuelco a esas situaciones angustiosas que llenan de tristeza, desazón y amargura a miles de personas y quiero compartir una anécdota que acomodé a mi manera de narrar.
Me dijo una amiga que estaba en una depre terrible asomada a su ventana del segundo piso cuando escucho gritos en la calle. Como es normal en los seres humanos se le despertó la curiosidad y preguntó a un transeúnte que regresaba del tumulto que era lo que ocurría. El señor le dijo que la vecina estaba gritando que le habían quitado la depresión.
Ella se interesó de inmediato porque, si había un remedio para este mal pues como no buscarle soluciones a esa ansiedad que sólo conocen los que la han sufrido. Se arreglo de afán con lo que encontró a la mano y caminó lo más rápido que pudo a donde la señora seguía vociferando que se le desapareció la depresión.
La alegría no le duró mucho tiempo; la pobre señora, de escasos recursos, cuando quiso preparar el almuerzo para su familia, descubrió que algún amigo de lo ajeno le había hurtado su olla de presión y esa era la razón de su gritería. Pero en los gritos no se notaba la separación de las palabras y no sonaba como me quitaron la de presión, sino la depresión. Queridos lectores para la depresión crónica no hay remedio; para la de presión si lo hay: comprar una nueva.