Bajo mis lentas y quebradizas pisadas rugen las hojas secas que se encuentran a la orilla de este sinuoso camino sin fin, mis ojos, enceguecidos por la niebla de la noche no consiguen tan anhelada silueta y mi mente se permite divagar en tenues recuerdos envejecidos por el dolor de una ausencia eterna, o quizá efímera, pero que mi alma, sabia, se resiste a soportar y solo quiere salir de esta prisión que cada vez pierde más aire e ir en busca de la causa de su estado.
Siendo el detonante de mi mal tu ausencia, causa y cura en una sola es tu esencia, ya borrada por el inclemente tiempo, aquel que para mí pierde sentido así como pierde sentido el mundo en el que tu ya no te encuentras. No le hayo razón a mi andar ni tengo razón para detenerme, no sé si sea este el camino que empecé ni siquiera si es este en el que terminará mi agonizante caminar, mis ojos se entrecierran y mi mente se deja ir mientras caigo al vacío dejado por el camino que ha perdido su forma en medio del bosque y me precipita hacia el abismo que me espera con la esperanza de la libertad de mi alma, con la seguridad de que me sacarás de allí o de que mi pensamiento se esfumará definitivamente y se disolverá en el aire que alguna vez me trajo tu aroma, y terminará inquebrantablemente mi desconsuelo.