Yo juego a ver anochecer dentro de sus pupilas cada vez que me mira y se detiene, mientras se aleja, se aleja su sombra sin mi sonrisa, se va como siempre y bajo el cielo de un viernes aquel amor de diciembres viejos, que muere a los dos segundos; y mientras me digo que nunca volverá, pienso en los dos justo antes de querernos besar. Hoy me queda inventar que puedo acariciar las líneas de su rostro que es igual al roce del viento en el agua, y caigo en cuenta que fui un tonto al no ir nunca detrás de su mirada, amándolo, con el sentir de un amante solitario Idealizando cada parte de su piel; y sueño con aferrarme al abrazo más frágil que algún día me de, celoso de mi soledad. Entonces qué más da olvidar, no quiero olvidar, porque sus ojos fueron muchas veces dos ilusiones punto de cumplir; me miraba y yo quería más, me miraba y yo creía reflejarme en la paz que llegué a sentir, al vivir intensamente el instante, diciéndole a mi alma que me permitiría amar si, en una de esas, llegase a preguntar mi nombre. Y espero verlo pasar, espero su mirar viéndome a contraluz del sol como amándome, como desearme y diciéndose que no. No lo olvido, anhelo su aliento tan cerca de mí, como respirándome.
